Después de esa noche, donde puse definitivamente en claro lo que sentía por la joven inspiradora, decidí escribir una carta donde se expresara todo lo que acudió a mi mente en aquellos instantes y lo que vivía en carne propia en esos momentos, con la romántica y traviesa idea de que la estaba escribiendo precisamente para entregársela a ella, imaginando luego cosas aún más surrealistas como que en un atrevimiento de mi ego y mis sentimientos decidía aparecerme frente a la dama declarándole todo mi amor y que ella, como que si hubiese sido hechizada por mis palabras, caía rendida y embargada de dulces sentimientos para conmigo, abrazándome con fuerza o postrándose ante mí en adoración… sin que haga falta decir que lo último ya era demasiado pedir, simplemente estaba delirando entre las telarañas de mis pensamientos que parecían fluir sin control, como ocurre con las personas enamoradas en la primavera de sus existencias, cuando ese sentimiento se les manifiesta por primera vez en sus cortas vidas.Una exquisita imaginación acudió a mi línea de ideas sin que yo lo deseara conscientemente, aunque de seguro mi inconsciente, que mantenía encerrado con gruesos candados, lanzaba gritos en tonalidades tan altas y sonoras que se podían escuchar claramente a través de la puerta de aquellos cerrojos cuyas llaves estaban perdidas entre lo vasto de mi mente, la puerta que se encontraba entre mi conciencia y mis sentimientos. Últimamente esa barrera era inservible a pesar de haberme jurado a mi mismo innumerables veces no permitir que eso sucediera nunca más.
La idea irreverente de dejar caer la carta en la rojiza alfombra de la habitación de la exquisita joven fue la que más acarició mis sentidos…
Pronto la idea irresponsable comenzó a tornarse cada vez más posible, atractiva… me invitaba a que la siguiera hasta convertirse en un hecho. Y así fue, tomé la decisión y una vez que eso sucede es imposible, al menos para mí, arrepentirme de lo que haré. Más antes necesitaba un tanto de alimento y la noche era perfecta para ello… es detestable ir a esas discos de música desastrosa a ver personas bailando sin ningún sentido del arte o de la belleza, pero ahí podía sacar a bailar a cualquier dama y sin que lo notara robar un tanto de su líquido vital para claramente continuar con la faena hasta saciar la inmensurable sed.
Así como lo planee actué, casi sin recordar que hice antes de estar en la hermosa habitación de ella, desubicado y algo embriagado por el dulce sabor de la sangre, besé rápidamente la carta dejando un rastro de líquido carmesí en ella, que resbaló hasta dejar un dramático rastro… luego simplemente solté la carta en medio de la habitación, para que cuando mi especial criatura entrara la viera e inmediatamente y la tomara.
Ignoro donde se hallaba ella en esa noche, pero de seguro no era una ordinaria disco como las que frecuento para alimentarme de las descuidadas damas que por allí pululan atrayendo miradas y presas masculinas. Me escondí entre las sombras, mi eterno disfraz, esperando la llegada de ella casi en estasis, procurando no pensar en sus posibles reacciones para no arruinar el momento.
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