lunes, 11 de julio de 2011

Bride

"Os declaro marido y mujer… podéis besar a la novia"

Besar, besar… sí esa era la intención, besarla de una forma eterna, en frente de todos los mortales que prontamente huyeron horrorizados entre gritos y exclamaciones, desde el instante en el que el casto blanco del vestido de ella comenzó a mancharse con el pegajoso y cálido fluido vital.

La mordida fue efectuada con mucha suavidad y precisión experta en su cuello, en el cual se podían observar las dos profundas marcas de colmillos que sangraban cual cascadas brindadoras de muerte. La herida fue hecha pero la sangre no fue consumida, era un suplicio, pero suficiente para realmente hacer el sacrificio requerido para el perdón de tal atrocidad.

Sin duda llevar a alguien al altar y arrancarle la vida merece un castigo eterno de cualquier índole, al igual que dejar verter en el suelo tan exquisito manjar carmesí. Estábamos a mano, el destino y yo, mis días por venir no serían más oscuros de lo que yo mismo desease.

Simplemente la joven merecía morir y para agravar el asunto, deseaba acabar con su vida… no fue más que un favor, crear una escena no era mi estilo, pero al enterarme de los pensamientos de ella me pareció un plan sumamente divertido y lo llevé a cabo. A veces uno debe permitirse ciertos gustos aunque estos conlleven riesgos.

Cuando ya yacía en el suelo completamente bañada en los propios fluidos, aquellos que la mantenían con vida hace algunos instantes, me incliné un poco sobre ella y besé sus labios para luego tomarla delicadamente entre mis brazos y comenzar a caminar fuera del santuario.

Su virginal vestido iba dejando su propio rastro de sangre por donde yo caminase y el rostro de tan hermosa novia caía hacia atrás dejando ver las perfectas heridas en su pálida piel, completamente drenada de color y vida para ese momento. Su cabello ahora estaba teñido como un atardecer: rojo, amarillo… y fluía en el aire mientras que yo llegaba fuera de la capilla.

La dejé caer en el suelo y lamentablemente su cuerpo se deslizó por las gradas, rebotando y haciéndose daño con cada escalón que bajaba por mero impulso. Una lástima, quería que al menos fuera un exquisito cadáver, pero tuve que huir rápidamente de la luz del sol, antes de que cualquier humano pudiese verme.

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