lunes, 11 de julio de 2011

Succubus

En la completa oscuridad que brindaba el manto de la noche, se podía observar claramente a la distancia, a casi un kilometro de donde yo me encontraba, una silueta femenina. En los alrededores del lugar no se podía detectar otra presencia más que la de ella, mujer a la cual pude apenas ver gracias a la planicie del lugar. Yo caminaba en su encuentro sin quererlo, porque sencillamente ese era el camino que había elegido y no lo cambiaría por nadie, al parecer la joven pensaba de igual forma y continuaba caminando al mismo paso y con la misma dirección, o quizás ella no se había aún percatado de mi existencia.

El cuerpo de ella estaba completamente cubierto por la iluminación de la luna, esa noche ejercía tanto poder sobre las criaturas nocturnas, que su luz casi podía ser comparada con la del mismísimo astro rey, al igual que su presencia. Ya para ese entonces mis pasos me habían llevado más allá del poblado y ahora caminaba con prados a mi derecha y una especie de bosque no muy profundo a mi izquierda, algunos animales pululaban por allí, zumbidos de insectos, leves cantares de los plumíferos y eventualmente una especie de aullido de can.

La joven que cada vez estaba más cerca parecía disfrutar de la noche, volteaba constantemente su cabeza hacia los lados y en su expresión se denotaba como prestaba atención a los sonidos, a las visiones y a todo aquello que le daba una especie de magia al momento en particular. Sus cabellos eran más claros que la misma luz que emanan las estrellas, no era un color natural para un simple humano, al detallar más en las facciones de ella pude mirar también sus hermosos ojos carmesí que brillaban bajo el encanto de la oscuridad. Era ya un hecho concreto, la damisela que me acompañaba a la distancia en ese momento no era humana.

Al fin, lo estaba ansiando desde hace mucho tiempo, solo unos cuantos minutos que tardaron en pasar como que si se tratase de una eternidad, la joven estaba justamente al frente mío, se había detenido ante mí y me observaba con sus particulares ojos curiosos, entrecerrados, con una pequeña y coqueta sonrisa en sus labios. Sus curvas de mujer eran paralizantes, más aún con los pocos ropajes que la cubrían, poseía ese tipo de cuerpo que es tan difícil de observar en una joven, era dueña de esas formas tan perfectas que casi solo una vez en la vida pueden ser observadas por ojos mortales, unas muy contadas veces también por ojos inmortales. Rostro atractivo y cuerpo que me invitaba a poseerla, como que si se tratase de una cálida máquina de placer y tortura. Yo no me moví, solo la observaba completamente inmóvil y dejé escapar adrede una sonrisa de mis labios.

Su aterciopelada piel hizo contacto con la mía, primeramente su diestra con mi mano contraria, de esta forma ella me apegó a su deleitante cuerpo y luego soltó mi mano. Al hacer esto tomó mi rostro entre sus palmas y me observó con deseo, como ejerciendo una fuerza sobrenatural sobre mí, solamente con el uso sus rojizos orbes. Se acercó a mis labios permitiéndome apreciar su aroma por unos instantes y luego mientras enredaba sus manos en mis largos cabellos comenzó a besarme como lo haría una amante experta. La forma en la que se unía en un beso, los movimientos de su lengua y el sabor de su boca eran suficientes para hacer que cualquiera cayera a sus pies por una eternidad. Ya para ese entonces el beso era insostenible y yo ya me encontraba en el suelo, con ella encima de mi efigie besándome aún y acariciando toda mi silueta. En medio de una carretera desolada a la mitad de la noche.

En ese momento lo supe, al no ser ella humana y al comportarse de esa forma conmigo, un absoluto desconocido para la dama, no quedaba otra conclusión inteligente aparte de la que yo había pensado: la joven era una súcubos, una perfecta personificación de una atractiva mujer que se alimenta de la energía sexual de sus víctimas, una criatura aún más sensual que un bebedor de sangre… que efectivamente tenía el poder de hechizar a uno, tal y como hacía en ese instante. ¿Fue así como ocurrieron las cosas, o más bien fui yo el que la atrajo más rápidamente a mis garras con sólo mi presencia? No podía responderme a eso, ni siquiera estaba seguro de que la joven supiese que yo no era un humano ordinario y además, el placer que me brindaba en aquel momento no me permitía pensar con claridad.

Después de un tiempo que no pude contar la llevé al bosque, donde continuamos disfrutando de la escasa noche, brindándonos el máximo placer posible como que si fuésemos una pareja de jóvenes humanos que huyen de sus padres como nosotros huíamos de la luz del día. Cuando los primeros rayos de la máxima estrella se presentaron en los cielos, besé a la encantadora mujer una vez más, un beso más profundo y apasionado que todos, el cual encerraba toda la magia que poseía la noche. Desaparecí de su visión y me alejé de allí de inmediato… nunca la hubiese podido matar, era el ser con el que más me había identificado en años.

Quedó allí en medio del pequeño bosque, con los escasos rayos del sol iluminando su confundido rostro…

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