lunes, 11 de abril de 2011

Venganza

Maldita y bendita sea la hora en la que descubrí el nombre de aquél que arrancó la vida a lo único realmente preciado para mí, en toda mi existencia he sido alguien que tiene predilección, en la mayor parte de las ocasiones, a resolver los asuntos con adornadas palabras que demuestren a mi oponente lo inferior que es a mí, destruyendo su ego y extorsionándolo hasta hacerlo admitir ante mí, mi superioridad… es algo que me hace llegar a un nivel que raya el máximo éxtasis humano.

Pero ahora ya nada importaba, porque al fin y al cabo nadie nunca más me tomaría de la mano, me susurraría al oído lo atractivo que lucía cuando humillaba a los otros, ni me diría que por esa y muchas más razones sería mi compañera por la eternidad… Oh etérea eternidad tan vanamente esperada por los mortales, probablemente sean esperanzadas patrañas para los condenados.

Al ver en concreto el hecho de que ya poco importaba lo que hiciese con mi vida, decidí caer envuelto en mis más bajos y oscuros instintos, al fin y al cabo ¿Qué importaban las consecuencias? Ya era insignificante lo que me deparase el futuro, porque mi existir era una simple sombra de lo que había sido poco tiempo atrás… así es como decidí cobrar mi venganza, miles de veces pasó por mi mente la repetida frase que usan todos en esta ocasión: “Nada de lo que hagas la traerá de vuelta” pero al menos disfrutaré de instantes tan placenteros que valdrán todo el castigo que me sea impuesto después, aunque éste tarde una centuria en ser consumado.

Infinitas veces en mis divagaciones, en mis perpetuos y extrañamente fatídicos pensamientos, había pensado como asesinaría a alguien si tuviese que hacerlo: existían miles de formas, cuya brutalidad y sadismo aumentaban conforme en mi imaginación aumentara el nivel de odio y sentimientos repulsivos que tuviera para con el que destruía. Y así como cada vez mis pensamientos eran más y más sanguinarios, más y más era el placer que mi alma y mi cuerpo sentían al imaginar… haciéndome a veces reír como maniático en medio de cualquier lugar poco apropiado para ello, ganándome miradas extrañas y temerosas por parte de los seres más próximos a mí.

Ejecutaría alguna de mis imaginaciones, al fin… seleccionaría la más apropiada, la que hiciera sufrir a mi víctima más de lo que nunca un ente mortal o inmortal ha sufrido, se arrepentiría de haber existido, se lamentaría de que el universo existiese sólo porque yo estaba en él, y peor ahora que vivía únicamente para darle caza, desmembrarlo y reírme ante sus restos, desgarrar sus carnes mientras que lloraría encima suyo enormes gotas de sangre que se juntarían con las suyas creando una exquisita combinación de sufrimiento, dolor e ira.

Sin enterarme estaba riendo de nuevo como desequilibrado mental, como desequilibrado… más eso es lo que era, levanté mis dos manos con las palmas viendo hacia mi cara, tensando todos los músculos de mis extremidades, para observar las venas resaltadas en ellas detallando también en mis largas y filosas uñas; luego giré lentamente las manos para ver el dorso de ellas, apreciando más ampliamente mis doradas uñas que relucían en las puntas de mis dedos, creando la imagen en mi mente donde éstas estarían teñidas de delicioso fluido carmesí. Pensaba incesablemente en como rasgaría su cuello y toda parte de su piel que se me antojara, como lo haría mío tan solo con el dolor… sería excitantemente vulnerable.

El día siguiente, en el cual planeaba finalmente arrancarle su vida… específicamente la noche sin luna de ese día, sería un momento tan deleitante, más inclusive que una de las innumerables veladas en las que tenía aún a mi dama al lado. Ansiaba el momento más de lo que nunca he ansiado algo en mi vida, y entre esos pensamientos y en esos segundos descubrí que mi máximo placer era robar almas y ver a los demás sufrir y sangrar a borbotones ante mis pies, aspirar el aroma y el sabor de la sangre y de la muerte día tras día, más mi dama mantenía el deseo oculto dentro de mí, cuando muriera y la encontrara de nuevo… si es que era posible, le agradecería por ello.

Pero ya no estaba a mi lado en este mundo mortal, por lo que no existía quién controlara mi sed de venganza y sangre ahora.

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