Como que si se tratase de una afiliada y acertada flecha lanzada por un arquero experto y milenario, aquella rosa permanecía clavada en el pecho de tan hermosa e inocente joven, desde el instante en el que la flor había surcado los aires hasta llegar al punto de visión de la apenas pequeña dama, lágrimas corrieron apresuradamente por las níveas mejillas de la portadora de aquellos excepcionales cabellos rojizos, del mismo tono y contextura que la causante de su dolor, la rosa. Después del impacto sus propias hebras finas cayeron sobre su pecho, reposando en éste y confundiéndose con los hilillos de sangre que ahora adornaban su antes limpio vestido blanco, líquido carmesí que manaba fluidamente del punto más apegado al cuerpo del verde tallo.Ahora su corazón se encontraba irreparablemente lastimado, la extinción era inminente considerando el daño que las espinas y el tallo habían causado en la pura carne de su órgano vital, desgarrándolo y haciéndolo sangrar sin control, provocando que la joven fuese perdiendo la noción de su propia existencia, acarreando también el epílogo de su corta vida, un descanso eterno inaceptable… alguien no debería descansar perpetuamente sin ni tan siquiera haberse cansado con anterioridad. La encantadora doncella cayó de rodillas al suelo, con las manos hacia adelante apoyadas en la loza y con el adorno rojizo de su pecho formando nuevas figuras con el pasar de los segundos, semejándose increíblemente a la figura de la planta que paulatinamente iba arrancándole la vida. Una ironía exquisita para el que la observaba a la lejanía, un ser magnificente pero dueño de la más retorcida de las mentes.
Para aquel momento sobrevino algo repentino, la joven llevó una de sus manos hasta el tallo portador de los pétalos color escarlata, hiriendo la perfecta piel de su mano pero ejerciendo la fuerza suficiente como para extraer aquella punzante arma del interior de su pecho. La rosa yacía ahora en el suelo, rodeada de la sangre viva que en ese entonces surgía de la herida, la pérdida de líquido vital era considerablemente mayor que hace unos instantes, pero a pesar de ello era un alivio para la damisela, ya que no sentía el constante perjuicio que anteriormente causaba la saeta intrusa. Sin embargo la hora de su muerte ya era inaplazable, reposó en paz con una sonrisa en su rostro y con sus cabellos confundiéndose una vez más con el afluente rojo que recorría la superficie del suelo.
A pesar de haber logrado lo que ambicionaba, aquel sublime ente que observaba desde la oscuridad, el mismo que había lanzado el venablo mortal, no había quedado satisfecho ante lo acaecido como su planeada venganza. Debido a que la joven había sonreído y de algún modo triunfado al final, aunque yaciera derrotada sobre los adoquines.
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