Con una de mis manos la tomé suavemente y sin ejercer el mayor esfuerzo la atraje hacia mí, apoyando sin su consentimiento el rostro de ella contra mi hombro, manipulando ligeramente el movimiento de su cabeza con mi mano libre para así poder recostarla en mi cuerpo sin que ella pudiese quejarse. Luego simplemente solté mis manos por completo de su cuerpo, llevándolas tras mi espalda y entrecruzando los dedos cómodamente, la joven, por su parte, no se movió ni un ápice de la postura que yo le había designado, una sonrisa se dibujó poco a poco en la expresión de su rostro y a su vez un par de lágrimas corrieron seguida una de la otra por la perfecta piel de su virginal rostro.Aquella expresión, inclusive en tan inocente criatura, era macabra en demasía y a cualquiera le hubiese partido el corazón presenciar tal escena, sin embargo a mí me complacía. Esto era así porque yo estaba tejiendo a mi gusto la enredadera de cuerdas con las cuales controlaba la voluntad de mi forzada acompañante, aquella configuración de emociones tan particular que se presentaba en el hermoso lienzo era algo anormal viese como se viese, la sonrisa de ella demostraba, con cada segundo que se descontaba de su vida, más alegría, más jovialidad. La infinidad de cristalinas gotas que humedecían por completo su piel blanca cual papel jamás usado, manchaban totalmente en oscuridad lo que con anterioridad había sido completamente puro.
Yo mismo no pude soportarlo más y decidí liberarla completamente de mis ataduras, cuando procedí la joven sin separarse de mí cayó de rodillas poco a poco mientras que rasgaba con sus uñas mi capa, causándole apenas un mínimo daño, mientras iba desfalleciendo contra el suelo volvió a ser dueña de sus emociones y su propia voluntad, pero se encontraba tan debilitada y destruida que no pudo hacer más que dejar a su cuerpo caer sin tratar de cambiar su rumbo, sin intentar detener los tristes y transparentes cristales, de hecho éstos habían aumentado considerablemente, alcanzando ya sus tiernas ropas.
¿Se había rendido por su propia decisión o sus murallas mentales habían sido tan invadidas por mis enredaderas que ya no podía defenderse más? Tal cosa no la sabía, pero lo evidente era que ahora ella estaba a mi disposición, inconsciente y completamente vulnerable al lado de su madre tierra, abonando las entrañas de quien le dio la vida alguna vez con sus saladas lágrimas. Deseé estar al lado de la joven víctima de tales infortunios y allí me encontré, acuclillado a un costado de ella secando la húmeda representación de su sufrimiento que destruía su belleza enteramente, después retiré los delicados cabellos que eclipsaban la hermosura de su semblante. Al menos ya ella lucía tal y como la había presenciado en la primera ocasión, radiante, agraciada y lozana, pero no deseaba que ésos fuesen los únicos acontecimientos acaecidos en esa noche, así que decidí probar el alma portadora de aquellos sobrenaturales y atrayentes atributos. Al menos antes de abandonarla por la eternidad.
Y así fue…
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