sábado, 10 de septiembre de 2011

Friend

El transcurrir del día había dejado exhaustos a todos por completo, lo podía notar al observar a mi alrededor, la gente, fuese cual fuese su rango, pedía permiso a los superiores para irse a casa más temprano de lo usual, a lo que ellos accedían puesto que el deseo era el mismo. Tratar asuntos importantes referentes a una posible guerra era cansado tanto física como mentalmente sin importar el puesto, para mí no presentaba un gran reto en ningún aspecto, pero sí me albergaba una especie de preocupación algo alarmante.

Aún no caía la noche y ya el salón se encontraba casi totalmente vacío, al igual que los demás salones exteriores, yo no me opuse en ningún momento a las peticiones de descanso de los demás, al fin y al cabo habíamos llegado a un acuerdo y a un plan a ejecutar bastante razonable y tranquilizador, todo eso gracias a la intervención importantísima de aquel preciado amigo de mi infancia. El que siempre sorprendía a la milicia, una y otra vez, con sus agudos análisis y conclusiones... el que no es sólo poderoso, también sumamente inteligente, de entre las personas con tales características el mejor en ellas que haya conocido.

Me deslicé a mi asiento predilecto sentándome en éste lentamente, para después apoyar mi codo diestro en el brazo de madera exquisitamente pulida y a la vez acomodar mi rostro en la cuenca que se formaba en mi mano, cerrando los ojos por lo que parecieron horas, que fueron en realidad unos pocos segundos, los cuales se vieron interrumpidos por una voz sumamente familiar que me llamaba con mi nombre. Abrí mis párpados desvelando así mis vivaces orbes azules que lucían algo más cansados que de costumbre, fijando mi mirada directamente en quien me llamó con anterioridad.

Sonreí al hacer contacto con su carmesí mirar y al observar su elegante postura y rostro enmarcado con sus característicos cabellos de tan particular color, un tanto más oscuros que los míos, dejé de apoyarme en el brazo de la silla y llevé esa misma mano a uno de los aditamentos de tonos azulados que adornaban mis cabellos, de manera inconsciente me perdí peinando ese pequeño mechón de rubio cabello, mientras que escuchaba la refinada voz de mi amigo, la cual me informaba con su inquebrantable tono que ahora todo estaba bien, que podía ir a descansar en completa tranquilidad.

Me puse de pie y bajé los escalones que precedían el trono del emperador, puesto que se me había sido otorgado desde nacimiento y que ocupé a una edad adecuada pero que pareció temprana según mi propia opinión, caminé hasta llegar al lado de aquel destacado coronel militar y le dediqué una ligera sonrisa, apoyando mi zurda en uno de sus hombros por un efímero instante, gesto que tenía como fin agradecerle por lo de hoy así como por siempre. Nos encaminamos uno al lado de otro hacia afuera del salón, sin dirigirnos tan solo una palabra, sin embargo a pesar de eso ambos sabíamos a dónde íbamos, era muy temprano para descansar aún, apenas oscurecía según lo que se podía apreciar a través de las cristalinas ventanas del palacio.

Hace mucho tiempo que no teníamos un instante para disfrutar de nuestra compañía mutua como cuando éramos pequeños, así que esa noche fue tomada prestada para ello, evitando toda relación de emperador a coronel y viceversa, disfrutamos de una velada de amigos absolutamente normal, compartiendo temas predilectos por uno o por el otro en las conversaciones, así como actividades atrayentes para alguno de los dos, que por lo general eran bastante similares pero con su toque distintivo. Era algo que debía hacerse, hecho que subió completamente mis ánimos así como los de él, o eso esperaba… ya que amanecía y un día rutinario volvía a nacer.

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