Su hermoso rostro se mantenía como un lienzo en blanco, sin emociones, sin obra alguna plasmada en su tersa piel, dormía apaciblemente y sin preocupación alguna. Las pesadillas que usualmente acechaban su inconsciencia habían decidido, por cuestiones más allá que el azar, alejarse de sus usuales dominios dejando aquella mente albergadora sellada contra cualquier intruso benigno o malévolo, la calma personificada como un ente tangible en sus pensamientos.La apacibilidad no se vio interrumpida ni tan siquiera por el sedoso contacto de finas hebras del más terso cabello rubio contra la tez de la impresionante belleza que allí descansaba, una sonrisa menos amplia de lo usual se hizo presente en los gestos del propietario de aquellos instrumentos áureos, al notar que no logró nada con su acción. Decidió aposentarse en el lecho que protegía a su preciada cómplice y observarla mientras soñaba, ignorante era al imaginar que atrapada estaba en el mundo de los sueños, cuando en realidad una excepción casi cósmica estaba aconteciendo.
“Su ilusión nocturna debe parecer tan auténtica que no logra ni tan siquiera captar mi ruidosa presencia”
Sus pasos a través del ventanal habían sido precisos y sus movimientos gráciles, todo constituía un plan para poder arrancarla devotamente de la somnolencia hacia la materialidad, con la utilización de sus particulares y efectivos métodos, sin embargo todo había fallado cuando la pieza culminante no había calzado, pero era un hecho que tarde o temprano despertaría.
Ahora no quedaba más que esperar en la oscuridad, controlando los ansiosos pensamientos que prematuramente se dirigían al tiempo en el que sus ojos pudieran reencontrarse una vez más al presentarse el alba.
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