lunes, 11 de julio de 2011

Human Friend

Poco después de la medianoche, el arquero de claros y brillantes cabellos se encontraba acuclillado en la orilla del balcón perteneciente a su hogar, una estancia bastante ostentosa para pertenecer a una ciudad élfica. Tales lugares estaban adornados siempre con el más exquisito gusto y una inmensa paz inundaba los corazones de todos aquellos que visitaban esas tierras, la vegetación era sobrecogedora e hilos sueltos de magia convocada con anterioridad flotaban libremente en el aire, como un recordatorio constante de que aquel era el único linaje que aún poseía el manejo de los encantamientos y conjuraciones. Sin embargo la mayoría de las construcciones, salvo las de la realeza, eran considerablemente sencillas.

Cambió su postura, ahora se le podía ver sentado cómodamente, su mirada podía engañosamente hacer pensar que simplemente observaba con mucho deleite el sombreado paisaje que se le presentaba, pero la verdad era que el joven había presenciado tales escenarios desde que había nacido y más que deslumbrarlo, solamente causaban en él un gran sentido de comodidad e identidad. La realidad era que estaba reflexionando sobre diversos tópicos que planteó entre sueños, algunas horas atrás. La conversación con si mismo era bastante productiva, pero la tentación de buscar a su compañero humano para compartir con él sus pensamientos pudo más que la conformidad inicial.

Se impulsó hacia la orilla, cayendo al suelo con destreza y sacudiéndose las ropas un poco después, empleando ambas manos, las cuales se encontraban enguantadas con el más fino cuero, trabajado diestramente y de una tonalidad oscura pero brillante. Al parecer él solía lanzarse así de las alturas, poseía una envidiable agilidad a la cual sacó provecho desde niño, una de sus aficiones era explotar la preeminencia que le había sido concedida. Con presteza se dirigió al lugar donde estaba hospedado su aliado, iba a paso rápido, recibiendo las relajantes corrientes de aire que acariciaban su alba piel y hacían flamear sus áureos cabellos.

Tomó sendas diferentes a las que usaban los habitantes normales para llegar a su destino, caminos que él había descubierto por sí solo, tan seguros y tranquilos como el resto. Siempre había sido un joven algo travieso e impetuoso para pertenecer a la realeza, solía desaparecer por largos períodos de la vista de sus padres, entreteniéndose con la caza o con entrenamientos de cualquier tipo, pero todo eso traía consigo ventajas, ahora sus consanguíneos estaban seguros de que él era un excelente guerrero, aparte de un brillante intelectual innato. En ocasiones partía a ciertas misiones que no le correspondían, simplemente porque se visualizaba como una pieza útil para alcanzar el propósito común, muchas veces acudía a situaciones peligrosas y sus parientes temían por él, pero sabían que no podían impedirle que siguiera su propia voluntad.

Perdido aún entre la malla de pensamientos que absorbían su atención, sin interrumpir el seguimiento de los caminos secretos cuyo recorrido ya resultaba espontáneo para él, cayó en cuenta de que ya estaba al frente del transitorio hogar de su camarada, en el que se apreciaba a través de una única ventana un ligero resplandor de luz verdosa. Siguió el pequeño sendero que serpenteaba hasta alcanzar el porche de la edificación de madera, lo atravesó y luego con los nudillos de su zurda mano dio un par de precisos y uniformes golpes a la puerta, esperando a que alguien en el interior atendiera su llamado…

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