sábado, 10 de septiembre de 2011

Consejo

Presta atención, oh agraciada joven radiante cual despejado día de primavera, escucha atentamente a mis palabras que tan sólo intentan transmitir, a gritos disimulados entre susurros, mis más afables deseos.

Casi desgarrada fue mi ánima al percibir la quebrada voz y notar la humedad de aquellas lágrimas cruzando el hermoso lienzo que es tu rostro, sollozabas sin razón aparente, sin un verdadero motivo, por futilidades sin la más mínima importancia.

Malditos sean los pensamientos destructores que tanto gustan de albergarse en las mentes de los que apenas se enfrentan a las estremecedoras garras de la sociedad, desearía que con mi solo mirar, esa neblina y los fantasmas que se esconden tras ella desaparecieran, sin más esfuerzo que el de contemplarte.

Algo tan hermoso como la visión de tus delicadas facciones, de los bellísimos contornos de tu silueta ¡Si pudieses verte a ti misma con mis afectuosos ojos! Si fueses capaz de comprender que con sólo tu presencia las más oscuras habitaciones se iluminan, que eres perfecta para mí y para muchos otros, si estuviese a mi alcance hacerte entender todo esto, pero no puedo… Es imposible si esa coraza no cae, si no entiendes que te amparo y te aprecio, casi como a nadie más.

Dame la mano y ven conmigo, destruyamos los espejos de la falsedad que la colectividad nos impone, aplaquemos el caos que habita en tu razón y lancémoslo al vacío del exterior, permitamos que sea devorado por los agujeros negros de la hipocresía. Aduéñate del soporte de mis dedos, no te sueltes y déjame amarte e iluminar tu camino, inmolar las inseguridades que se han infiltrado en tu ser, a pesar de que sean ficticias. Déjame mostrarte mi verdad, la verdad.

Sabes que si pudiese devolver el tiempo, evitaría a toda costa el mal causado.


17/08/2011

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