sábado, 10 de septiembre de 2011

Temptation

Cada vez que mis ojos se cruzaban con los suyos, verdes como la esmeralda y deslumbrantes cual estrella fugaz para mí, me torturaba la fugacidad de nuestros encuentros que duraban tan poco, comparables a aquellos momentos astronómicos breves y espaciados. Tan cerca y tan lejos nos encontrábamos, físicamente cerca, a tan sólo unos pasos… pero incapaces de unirnos en un abrazo, un beso, o fusionarnos en algo aún más íntimo.

Vigías eran nuestros compañeros, camaradas y conocidos que nos escoltaban hasta nuestra guarida de encuentro, seres que impedían nuestra unión, que salvaguardaban nuestro tiempo para no poder entregarlo al otro en un acto de pasión. Nos permitían tan sólo saludarnos con un leve contacto de nuestros labios con la mejilla ajena, percibir el aroma y el contacto del otro, intercambiar unas cuantas líneas susurradas y luego ser llevados de vuelta hasta donde nuestros caminos se separaban. Después no quedaba más que comunicarnos desde lo lejos el anhelo que sentíamos de estar juntos, de compartir nuestro lecho y nuestras acciones más privadas. Una tortura peor que cualquier otra inventada por el hombre.

Peores encuentros eran aquellos en los que de la mano íbamos con nuestro respectivo ser de adoración y devoción, cuando nos mirábamos a los ojos y nos decíamos miles de cosas en un instante, para después volver la mirada por miedo al reclamo que nuestros amados pudiesen darnos. Ese breve tiempo pasado en el que pudimos disfrutar de la compañía mutua sin restricción alguna fue también un tiempo de luto, lamento por la separación que tuvimos de las personas a las que nuestro corazón y nuestros nobles sentimientos pertenecían. Sin embargo fue la última arma para poder unirnos por una temporada… pronto no resistimos y todo volvió a la normalidad, acudimos al consuelo que nuestras pacientes parejas nos ofrecían, almas tan puras y sinceras que nos acogieron luego de que les abandonamos por el delirio.

Años habían pasado desde aquello y los encuentros a solas no cesaron en ese lapso, fueron pocas las ocasiones pero bastaba con eso para mantener viva la llama, escasos besos fueron entregados en esos momentos, cuando nadie más nos veía… no podíamos permitirlo o perderíamos a lo más importante de nuestras vidas. ¿Quién diría que se pudiese engañar a quien se ama por sobre todas las cosas? ¿Quién pensaría que se puede amar a alguien pero también sentir pasión por otro cuerpo, por otros hermosos ojos? Actos realmente reprobatorios y retorcidos, que planeábamos cuando no podíamos aguantar más el torrente de deseo que nos embargaba cuando más nos veíamos, cuando más ocasión teníamos de hablar a la distancia.

Pronto llegará el instante en que todo se consumará de nuevo… para liberar la lujuria y comenzar una vez más el círculo vicioso ¿Será que nunca acabará? Deseo que no exista, ni este arrebato ni su presencia, pero a la vez tampoco podría vivir sin esta emoción prohibida.

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