
Al abrir los ojos pude contemplar solo hielo a mi alrededor, una gélida capa gruesa de neblina y grandes picos de hielo pegados al techo de la cueva, despuntándose hacia abajo, apuntando hacia donde me encontraba. No lograba recordar tan siquiera quién era, medité por unos breves segundos y pude recordar todo y determinar que estuve durmiendo por intangible tiempo… ¿Años, centurias, milenios?
Pensé que a lo mejor podría salir y buscar un poblado cercano, con la contemplación de que quizás hasta el sistema de fechas hubiese cambiado, pero no quería salir de allí, mi improvisado hogar por incontable tiempo: el hielo y la nieve a los que estaba ya acostumbrado desde mis batallas bañadas de escarlata en mi tierna adolescencia, ahora estaban más arraigados a mí porque fueron mi cobijo en el sueño perpetuo.
¿Frío? ya no lo sentía ciertamente, contemplé mis manos y luego miré mis ropajes… estaban totalmente irreconocibles, desgarrados en ciertos puntos como que si hubiesen sido cortados, luego recordé las estalactitas que pendían del techo, de seguro algunas cayeron sobre mí mientras dormía y rompieron las telas junto con mi piel, pero ésta ya se había sanado… se había sanado apenas el filoso hielo desgarró la carne, quizás luego tan poderosa arma pasó a ser solo agua fría al chocar con mi helado contacto, que aún así era mil veces más cálido que todo el ambiente.
Me puse de pie: "la misma agilidad de siempre" pensé, así que comencé a caminar hacia donde provenía la leve luz exterior de la luna, la cueva no era muy larga; más bien me pregunté cómo era posible que nadie me encontrara mientras descansaba, mientras me desconectaba del dolor que a veces causa la vida. ¿Hambre? quizás ya había olvidado cómo se sentía, aunque en el fondo yo intuía que albergaba un deseo de líquido vital tan infinito que costaría grandes esfuerzos saciarlo.
Por otra parte, estaba plenamente consciente de que algo me había despertado, de que /alguien/ me había arrancado del mundo de los sueños. La perpetuidad del descanso inmortal sin duda puede solo ser rota por otro inmortal, pude oír el palpitar de su corazón acompasado, una perfecta y fuerte melodía de guerra sin distorsiones en los tiempos entre cada golpe al tambor. Ese inmortal definitivamente sabía que yo estaba allí, sino no permanecería inmóvil, expectante… y lo peor es que pude denotar por el ritmo de su palpitación, que ni tan siquiera me temía.
Traté de penetrar sus pensamientos con el don de la mente, pero mantenía una protección como la de una enorme pared de diamante albergando sus ideas… no pude obtener nada de eso y recién me di cuenta de que no estaba protegiendo lo que yo pensaba tampoco, algo de falta de práctica quizás. Seguí caminando hasta el final de la cueva y vi la luna pintada en el cielo, cuarto creciente al parecer y luego volví mi mirar hacia donde sabía que estaba el extraño.
Cuando observé la luna, luego de no verla por tanto tiempo me pareció como que si fuese la primera vez que la veía, hasta incluso pude denotar que algunos de los dibujos de su superficie eran diferentes a los que mi imagen mental mantenía, además mis ojos se vieron afectados por tan tenue y azulada luz. Luego posé la mirada sobre el ser que me había traído de vuelta al mundo, girando lentamente sobre mi propio eje hasta quedar de frente a él y provocando así que mis rojizos cabellos volaran con el viento que soplaba hacia atrás, haciendo ondas acompasadas en el aire.
Se confundía entre la nieve tal como un oso polar, o un salvaje lobo de las montañas heladas. Su cabello era rubio tan extremadamente claro que se podía confundir con blanco, cortado un tanto más debajo de sus hombros y las puntas de sus cabellos se elevaban un poco hacia arriba, además un mechón de su cabello caía entre sus ojos… sus ojos de un profundo tono azul que me miraban fijamente y que a pesar de la lejanía reflejaban la luna, adornados por ese mechón blanquecino que daba más fiereza a su mirada, y a la vez más inocencia.
Poseía una belleza exquisita aunque no hacía falta mencionarlo, además de que esa gabardina y la demás ropa cubierta aquí y allá de pelaje de animales albinos y grises, hacían una perfecta pareja con toda su demás apariencia bañada de nieve.
Pensé, que si hubiésemos estado en otra situación, por ejemplo caminando tranquilamente por algún área del mundo mortal con apuro, y él hubiese pasado a mi lado sería indeterminable para mi vista y mis sentidos ajetreados saber si era un hombre o una mujer… oh belleza andrógina. ¿Cómo alguien que aparentaba tanta fragilidad, podría tener tan soberbia mirada?, ¿Cómo alguien que parecía tan joven pudo despertarme con tan solo su presencia?
¿Cómo esta extraordinaria pero frágil criatura podía emanar un aura de poder tan grande que hasta logró atemorizarme por unos instantes?, no sabía cuál era su propósito y si lo que planeaba era destruirme que lo intentara… desde tiempos atrás ya no era necesario que portara una espada, un hacha o un mazo, con solo la sangre que me fue regalada y que recorría mi cuerpo bastaba, además del collar con el símbolo de mi dios Thor que siempre he portado. Inconscientemente llevé mi mano diestra al collar para comprobar que aún se mantenía en su lugar, oh… esa comprobación no la hacía desde antaño, me trajo inevitables recuerdos entre hermosos y dolorosos.
-Bueno, basta de precauciones- dije en voz tan baja que ni el mismo viento escuchó y empecé a caminar hacia donde él se encontraba, con el paso más seguro posible, me avergüenzo de admitirlo pero me sentía un tanto amedrentado por su presencia, quizás no por su poder… tan solo por ser él y estar allí mirándome de esa forma. Más no podía permitir que se enterara de que causaba un efecto en mí, así que simplemente bajé mi verde mirada un poco pero sin dejar de observarlo, causando ese fiero mirar que yo mismo ya conocía, me desplacé rápidamente y con todo el porte de un gran señor (mientras pensaba incesantemente que mi destrozada ropa no emitía un efecto muy elegante, pero al menos mi capa y mi cabello se movían hacia atrás con presteza y belleza en iguales partes) hasta que llegué frente a él, levanté mi rostro un tanto en un gesto de superioridad y luego sonreí ligeramente de medio labio.
-¿Quién eres?- las palabras surgieron de mi boca sin que pudiese premeditar sobre ellas, y que tonto e ingenuo yo, al pensar que simplemente con saber el nombre de él, que perfectamente podría ser un mote inventado, podría enterarme de algo más… aparte de cómo llamarle. Sin embargo se produjo un largo silencio, hasta que el desconocido abrió su boca para pronunciar su nombre, y me emocioné al saber que pronto sabría cómo se llamaba, siguiendo mi línea de comportamiento extrañamente infantil que mantenía desde que desperté, expectante por oír sus vocablos.
-Cheru…- dijo el peliblanco con un acento un poco extraño, no había premeditado como sería su voz, pero resultó ser algo como un susurro aunque con sonido fuerte, al hablar se creó una niebla producto del contacto de su tibio aliento con el frío lugar. Tenía razón yo ¿Por qué alguien se llamaría tan extraño, lo habrá inventado… o de qué país vendría esta llamativa criatura?
Se movía con elegancia, cada uno de sus gestos: una leve sonrisa, un ladeo de su cabeza a la derecha mientras que me miraba, se llevó su enguantada mano izquierda a la bufanda que cubría su cuello y se quedó en esa posición, absolutamente inmóvil. Pensé que me le había quedado viendo fijamente por un descortés período de tiempo y también medité que él estaba demasiado abrigado comparado con la maltrecha ropa que me cubría. De hecho si lo observaba con atención no parecía un vampiro…
-Te estuve observando un tiempo mientras dormías- dijo con un tono de voz un poco más fuerte que el que empleó en sus palabras anteriores.
-No puedo saber cuánto tiempo fue, solo sé que entré a la cueva en un anochecer y salí en otro- el aparentemente joven visitante se encogió de hombros sin perder la sonrisa ni la elegancia, y yo me di cuenta de que yo ni tan siquiera había pronunciado una palabra, y él continuó hablando con gran cantidad de halagos.
-Te ves bien cuando duermes, señor habitante de las cuevas- una ligera risa de su parte ante el comentario -¡Lo que me pregunto es como no te despeinaste! y ya sé porque es que sucede, porque ni te mueves, parece que ni respiras-
Continuaba hablando, sofocándome con sus palabras que extrañamente eran en el mismo idioma al que estaba acostumbrado antes de disponerme a dormir por indefinidos días, de seguro lo leyó de mi mente en uno de esos momentos de descuido, o cuando estaba dormido pudo ver mis sueños narrados mentalmente en tan exquisito idioma.
-Llámame a mi Thorne, para que no me sigas diciendo señor habitante de las cuevas- mi voz sonó adrede fastidiada, aunque en verdad estaba un poco enojado con el chico… era algo infantil al hablar y casualmente nunca me habían gustado los niños, era una lástima que alguien con apariencia tan profunda e interesante lo menos que mantenía en él era misterio… aunque a lo mejor me equivocaba, así que continué conversando.
-Dime… Cheru- imité el acento y la forma en la que él previamente pronunció su nombre -¿Podrías decirme en qué año estamos? La duda sobre cuánto tiempo dormí no me está dejando pensar con claridad- era la verdad, dependiendo del tiempo que dormí podría determinar si aún era posible que estuviesen vivos aquellos seres que quise en algún momento de mi larga existencia.
-Es el año 1995 ¿Cuánto tiempo pasó?- me preguntó en un tono con una gran dosis de curiosidad inmiscuida. Analicé los números… desde el último día que me alimenté eran unos cincuenta años, pero desde que me mantenía en esta cueva con la aburrida rutina de dormir y despertar cada década a comer habían pasado quizás unos seiscientos años. Le respondí a Cheru con esas mismas palabras que cruzaron mi mente.
Seguidamente proseguí hablando mientras que sin darme cuenta comprobaba que mi larga cabellera rojiza estuviese bien peinada, con mi mano izquierda –Cheru, dime… ¿Qué intenciones tienes al venir a despertarme de mi sueño? Sabes lo molesto que es eso, ¡Me alegro de ver a otro inmortal por supuesto! pero tu repentina aparición me parece algo extraña- él interrumpió mis palabras con su suave voz.
-No tengo malas intenciones, juro que solo visitaba estos lugares nórdicos de la tierra y pude percibir tu poderosa presencia, tus pensamientos parecían muy interesantes y quise acudir acá- Levantó su mano diestra como juramento y me sonrió dulcemente, toda la expresión contrastaba con sus fríos ojos. Luego de sus palabras comenzó a agradarme mucho más ese no vivo tan infantil y alegre, cuando ya despejé la duda de que quisiera destruirme o que tuviese intereses perjudiciales para conmigo.
Pensé que a lo mejor podría servirme de compañía por un tiempo, jurando para mi mismo que no me encariñaría, porque siempre resultaba lastimado cuando todo acababa. Como en el caso de mi hermosa creadora pelirroja, la gemela de ojos ensangrentados y cabello escarlata, a la que abandoné por celos y egocentrismo…
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Esta historia se supone sería larga pero nunca la acabé, quizás en cierto momento la arregle un tanto y prosiga, por ahora cabe decir que tanto ésta como algunas otras siguientes están ligeramente basadas en un personaje de Anne Rice, así como mi nickname y nombre del blog.