jueves, 28 de abril de 2011

Crushed Dreams

"Es la primera vez que escribo una carta para pedir perdón, si lo pidiese de frente mi expresión terminaría por traicionarme y dirías que miento, que en realidad poco me importa y que soy un hipócrita, más no es así… suele suceder que mis expresiones engañan y en ocasiones una sonrisa acude a mí sin que lo desee, en el momento menos apropiado. Además de nada sirve divagar en la razón por la que no suplicaré de frente, porque simplemente nunca más te veré de nuevo, para no faltar a la promesa que me hiciste decir, aunque no estuviese de acuerdo.

Seguramente ya habrás roto o tirado el reloj de tonalidades naranjas que te regalé para tu cumpleaños número diecinueve, más yo no puedo olvidar los deliciosos postres que me entregaste en algunas ocasiones con tanto cariño, yo los aceptaba gustoso porque eran de chocolate, más nunca antes había adorado tanto el sabor de esos dulces como cuando aderezaban esos regalos.

El día en el cual te conocí llegué un tanto tarde a la cita, no fue mi culpa ya sabes… el tránsito, un poco más de atraso y te hubieses ido, me dijiste casi al saludarme, quizás sería mejor que hubieses tomado esa decisión, así a lo mejor nunca más se hubiese presentado la oportunidad de conocernos y no estaría irreparablemente dañado tu corazón.

Esa tarde me tomaste de la mano y me hiciste entrar a una ridícula y pequeña tienda de instrumentos musicales, la vergüenza me asfixiaba al ver la expresión incrédula del caballero que atendía el lugar, que si no me equivoco no era de nuestro país por su peculiar acento. Tomaste entre tus manos con mucha confianza un violín, y comenzaste a graduar sus tonalidades, tocando luego ligeras secciones de las melodías que recordabas de tus lecciones. Yo sentía, aunque fuese ridícula la idea, que estabas haciendo todo eso para halagarme… verte tocar el violín torpemente mientras que el viento producido por el ventilador esparcía tus castaños cabellos por el aire, era como tener a la vista un ángel dedicando sus esfuerzos a su dios.

Te advertí más tarde en esa misma fecha, que mi corazón pertenecía eternamente a alguien con quién hace poco me había reconciliado, sin embargo he de admitir que desde ese momento hasta la fecha mis sentimientos hacia ti han sido siempre comparables con los de mi gran amor, lo cual me mantuvo en una confusión perpetua mientras fui tu amigo, tú en tu ignorancia inocente creías que solamente jugué contigo ya que no mantenía sentimientos hacia ti, pero te equivocabas… a mi gusto no eras solo una amiga, y no te quería de la misma forma en la que querría a una, era una sensación más similar a la obsesión, al retorcido amor.

Me equivoqué al salir contigo, al comer juntos, al perder el tiempo en compañía de otras personas que no eran de nuestro total agrado, al invitarte a mi casa, al intentar bailar junto a ti, al besarte… al hacer creer al mundo que efectivamente eras mi pareja. Cometí mis graves errores quizás por mis indecisiones, mis celos sin tener potestad de tenerlos, mi sentimiento de posesión y por sobre todo mi ego que no me permitía apartarme de ti sabiendo a la perfección que lo de nosotros no tenía futuro alguno. Lo lamento, es la única vez en la que lastimar a alguien ha marcado mi alma… ya ha transcurrido considerable tiempo y sigue sin pasar tan solo un día en el cual no piense en ti.

Pienso a veces que ni tú me recuerdas tanto como yo lo hago, a lo mejor utilizaste los comunes métodos de insultar al que quebró tu corazón, de intentar olvidar completamente al que rompió tus sueños. Sin embargo yo no puedo dejar de pensar en ti y aún no me decido ¿Es amor lo que siento, o es el sentimiento de culpabilidad más intenso que alguien pueda tener? Sigo sin dar respuesta a esa pregunta, pero a pesar de eso algo me hace pensar que es simplemente una combinación de ambos sentires.

Te pido por favor mis más sinceras disculpas, no me guardes rencor, no me odies… más no me ames, espero el día en el que nuestros caminos se crucen, aunque sea prohibido."

jueves, 21 de abril de 2011

Laberinto

-¿Decidme que puedo hacer para complacerle, hermosa dama?- dije con suavidad al estar frente a la castaña joven, que parecía emanar un aura de tristeza y oscuridad a todo su alrededor.

Los vestidos de ella eran probablemente los más llamativos de todos los que vestían las jóvenes en el amplio y elegante salón de baile de la especial fiesta y no porque fuesen de claros tonos o extravagante corte o bordado, sino porque era la que lucía más elegante y hermosa con ese traje de oscuras tonalidades y pocos adornos que concordaban a la perfección, formando la parsimonia más infinita que jamás se hubiese observado.

La tomé de su mano izquierda con mi diestra, mas no existió un contacto directo de nuestras pieles porque ambos portábamos guantes en ambas manos; los míos de una tonalidad pulcramente blanca y los de ella eran bordados de color negro con formas de rosas entre el tejido, que alcanzaban más arriba del codo de ambos brazos.

Mientras la observaba a detalle llevé su mano suavemente guiada, desde la posición originaria dirigiéndola a mis labios hasta dar con éstos, rozándole apenas perceptiblemente la grácil y delicada mano de ella con mi boca, aspirando la embriagante fragancia que su piel despedía por entre los bordados de la tela que la cubría, para luego llevar su mano a donde la tomé en un principio y allí soltarla, mirándola de nuevo con total admiración.

Sus ojos no eran alegres, ni tan siquiera mi compañía le hacía sentir una pizca de emoción, o al menos eso parecía. Los matices de dorado y marrón de sus ojos le daban un aspecto algo felino y fuerte mientras que sostenía mi mirar con toda seguridad, cosa que casi nunca ocurría, ya que por lo general las personas no soportan mi fija mirada, más y más signos de que ni tan siquiera presentaba un centro de atención para la dama, que me miraba como si fuese un adorno más de la habitación.

Al fin soltó un torrente de palabras sin cambiar su elegante postura, su expresión o la posición de su mirada: -Me han dicho que usted sabe cantar… y manejar el violín, creo que me encantaría estar en su compañía, siempre y cuando cante y toque algunas embriagantes melodías para mí-

Tomé firmemente con mi diestra el violín que se encontraba sobre la mesa más cercana, que por cierto no era mío, pero ¿Qué importancia podía tener eso en ese momento? Cuando al fin la joven se había dignado a hablarme de una forma más o menos amable. Sonreí de la manera más alegre que pude y extendí mi zurdo brazo a la joven noble para que lo tomase, una vez que ya estaba prendida de él me encaminé hasta las puertas al exterior más cercanas, unas que tenían apenas un borde de madera blanco y el interior era de vidrio tallado con figuras de ángeles bellamente creadas.

Una vez que estuvimos en el exterior continué guiando sus pasos dirigiéndome al laberinto que poseía la mansión en sus jardines, consistía en altas paredes de enredaderas que generaban caminos impredecibles, más se sabía que existía una entrada y una salida. En el interior del laberinto se podían encontrar mesas y sillas de madera muy cómodas y hermosas, además de alguna que otra lámpara con una tenue luz, elegí un lugar apropiado cerca de uno de esos escenarios y dirigí a la joven hasta la silla ayudándola innecesariamente a que se sentara.

Acomodé apropiadamente el violín en mi hombro y lo sostuve allí manteniendo ladeada la cabeza sin dejar de observar a la felina dama, luego como si hubiese nacido para ello inicié el suave roce sonoro del arco contra las cuatro cuerdas del instrumento, las notas se generaban por su cuenta ya que poco pensaba yo en la melodía que tocaba.

Me dejé llevar por la belleza de la joven así que claramente la canción que componía en ese instante tenía una auténtica musa, la melodía sonaba altamente melancólica y neblinosa, sin que yo lo deseara sonaba a la perfección; así como la impresión de sus cabellos castaños y de perfectos rizos eran las subidas y bajadas de tonalidades que el instrumento emitía. Después sin pensarlo mucho pero invadido por el recuerdo de las palabras de ella comencé a cantar, sin palabras específicas, tan solo seguía el ritmo del violín con la voz divergiendo eventualmente para que sonase como un dueto y no como un simple eco de cuerdas.

La melodía continuó largo tiempo hasta que ya fue pertinente llevarla a su fin, eso sucedió a causa de que la visión de la joven ya no me permitía continuar… tan hermosa, adorable y apetecible, con ese mirar de admiración que ahora tenía por mí a causa de que mostrase mis habilidades, nunca fallaba la técnica, pero nunca antes la recompensa había sido tan gratificante. Me encargué de finalizar la melodía lo más bellamente posible y luego caminé hacia donde la dama estaba, coloqué el violín en la mesa que se encontraba a su lado, seguidamente del arco encima del mismo violín violáceo.

Rompiendo con mi línea de comportamiento caballeroso para con ella la tomé de la cintura y con un suave empuje la acerqué a mí, la observé por un largo tiempo a los ojos, embriagado aún por la sensación de la melodía y por la simple hermosura de ella… disfrutando la antelación de lo que acontecería. Sin más me acerqué a sus labios y empecé a besarla como lo haría un primerizo: con los ojos cerrados apenas rozando piel con piel, pero rápidamente la joven reaccionó apropiadamente y pude extenderme más en el beso saboreando ya a profundidad su exquisita boca y todo lo que ésta implicaba.

Abrí mis ojos traviesamente unas cuantas veces, mirando su perfectamente esculpido rostro concentrado en los besos, mientras que trataba de halagarla solo con la forma de unirme en ese gesto íntimo a ella, sin soltar su cintura ni perder la firmeza de cómo la sostenía… y el beso continuó, la oscuridad se acrecentó y perdimos la noción del tiempo perdidos en ese laberinto.

lunes, 11 de abril de 2011

Venganza

Maldita y bendita sea la hora en la que descubrí el nombre de aquél que arrancó la vida a lo único realmente preciado para mí, en toda mi existencia he sido alguien que tiene predilección, en la mayor parte de las ocasiones, a resolver los asuntos con adornadas palabras que demuestren a mi oponente lo inferior que es a mí, destruyendo su ego y extorsionándolo hasta hacerlo admitir ante mí, mi superioridad… es algo que me hace llegar a un nivel que raya el máximo éxtasis humano.

Pero ahora ya nada importaba, porque al fin y al cabo nadie nunca más me tomaría de la mano, me susurraría al oído lo atractivo que lucía cuando humillaba a los otros, ni me diría que por esa y muchas más razones sería mi compañera por la eternidad… Oh etérea eternidad tan vanamente esperada por los mortales, probablemente sean esperanzadas patrañas para los condenados.

Al ver en concreto el hecho de que ya poco importaba lo que hiciese con mi vida, decidí caer envuelto en mis más bajos y oscuros instintos, al fin y al cabo ¿Qué importaban las consecuencias? Ya era insignificante lo que me deparase el futuro, porque mi existir era una simple sombra de lo que había sido poco tiempo atrás… así es como decidí cobrar mi venganza, miles de veces pasó por mi mente la repetida frase que usan todos en esta ocasión: “Nada de lo que hagas la traerá de vuelta” pero al menos disfrutaré de instantes tan placenteros que valdrán todo el castigo que me sea impuesto después, aunque éste tarde una centuria en ser consumado.

Infinitas veces en mis divagaciones, en mis perpetuos y extrañamente fatídicos pensamientos, había pensado como asesinaría a alguien si tuviese que hacerlo: existían miles de formas, cuya brutalidad y sadismo aumentaban conforme en mi imaginación aumentara el nivel de odio y sentimientos repulsivos que tuviera para con el que destruía. Y así como cada vez mis pensamientos eran más y más sanguinarios, más y más era el placer que mi alma y mi cuerpo sentían al imaginar… haciéndome a veces reír como maniático en medio de cualquier lugar poco apropiado para ello, ganándome miradas extrañas y temerosas por parte de los seres más próximos a mí.

Ejecutaría alguna de mis imaginaciones, al fin… seleccionaría la más apropiada, la que hiciera sufrir a mi víctima más de lo que nunca un ente mortal o inmortal ha sufrido, se arrepentiría de haber existido, se lamentaría de que el universo existiese sólo porque yo estaba en él, y peor ahora que vivía únicamente para darle caza, desmembrarlo y reírme ante sus restos, desgarrar sus carnes mientras que lloraría encima suyo enormes gotas de sangre que se juntarían con las suyas creando una exquisita combinación de sufrimiento, dolor e ira.

Sin enterarme estaba riendo de nuevo como desequilibrado mental, como desequilibrado… más eso es lo que era, levanté mis dos manos con las palmas viendo hacia mi cara, tensando todos los músculos de mis extremidades, para observar las venas resaltadas en ellas detallando también en mis largas y filosas uñas; luego giré lentamente las manos para ver el dorso de ellas, apreciando más ampliamente mis doradas uñas que relucían en las puntas de mis dedos, creando la imagen en mi mente donde éstas estarían teñidas de delicioso fluido carmesí. Pensaba incesablemente en como rasgaría su cuello y toda parte de su piel que se me antojara, como lo haría mío tan solo con el dolor… sería excitantemente vulnerable.

El día siguiente, en el cual planeaba finalmente arrancarle su vida… específicamente la noche sin luna de ese día, sería un momento tan deleitante, más inclusive que una de las innumerables veladas en las que tenía aún a mi dama al lado. Ansiaba el momento más de lo que nunca he ansiado algo en mi vida, y entre esos pensamientos y en esos segundos descubrí que mi máximo placer era robar almas y ver a los demás sufrir y sangrar a borbotones ante mis pies, aspirar el aroma y el sabor de la sangre y de la muerte día tras día, más mi dama mantenía el deseo oculto dentro de mí, cuando muriera y la encontrara de nuevo… si es que era posible, le agradecería por ello.

Pero ya no estaba a mi lado en este mundo mortal, por lo que no existía quién controlara mi sed de venganza y sangre ahora.

Ángel

Durante toda mi vida he temido por justamente estos instantes, no estaba del todo seguro de que sucediese de esta forma, esperaba a veces que yo fuese el primero; otras veces, egoístamente y aferrándome al amor por esta vida mundana, deseaba que tú partieses primero, para que mi vida perdiese tanto su sentido que ya no importara no tenerla. Pero ahora ya el destino ha decidido por nosotros y apostó por arrancarte a ti en primer lugar la posibilidad de continuar experimentando más banales cosas, en este planeta de las ilusiones que se pierden antes de nacer.

Muchas veces he pensado que el miedo a la muerte de mi parte derivaba directamente de tu existencia, porque si no tuviese por quién preocuparme ¿A quién lamentaría no proteger más? Si tú no estuvieses aquí, precisamente como ahora ¿A quién dañaría y rompería el corazón mi muerte? A nadie, a ni un solo ser en este mundo le afectaría verdaderamente que yo decidiese, o que la vida escogiese por mí, acabar con precisamente mi existir mundano.

No puedo llorar, recuerdos lejanos que parecen de una vida pasada acuden a mi mente esporádicamente, mejor dicho… en los momentos en los que me pregunto porque no surcan las lágrimas mis mejillas, porque éstas no brotan de mis ojos como le sucede a la demás gente de mi alrededor, que alardean de haber querido a mi alma gemela, más mienten porque no le amaban, no eran su compañía por el mundo ni mucho menos tenían un vínculo tan fuera de lo carnal como yo con mi adorada compañera perfecta.

Lo he perdido todo, la desesperanza me invade y los que me rodean me observan atentamente con ojos incrédulos e hipócritas ¿Acaso creen que no sufro? Cuando reproducía en mi mente este momento, como un supuesto claro está, aparte de pensar que nunca ocurriría pensaba también que lloraría desconsoladamente sobre su ataúd, rasgando con mis uñas la madera como para abrir la elegantemente adornada caja fúnebre. Como que si ese acto demostrase al destino y a los posibles dioses que el hecho de perderle era tan lamentable que si pudiese subiría a sus tronos, los despojaría de ellos y los haría lamentarse por hacernos unos estúpidos y débiles mortales, con una capacidad tan magnánima y poco normal de amar.

¿Flores negras para el funeral? ¿Quién había ordenado semejante indecorosidad? Y la vi a ella, a mi hermosa y radiante alma gemela, sublime como un ángel caído que volaba, o más bien levitaba, sobre su propio ataúd. No era una sustancia neblinosa como suelen verse los fantasmas… sino tan palpable y carnalmente deleitante como solía ser cuando estaba entre mis brazos y le inundaba de besos y caricias perpetuas.

No se dignó a mirarme, solamente veía el gran féretro de madera exquisitamente tallada donde su cuerpo descansaría hasta que el entorno no permitiese que su carne existiese más, mantenía una mirada trastornada en exceso y al igual que yo no lloraba. Al denotar con cuidado el mirar de ella pude ver mi misma mirada directamente reflejada en sus ojos y toda duda existente en mi mente fue resuelta ante tal observación.

Ella y yo, era evidente, siempre lo supe y dudé, más ahora pude comprobarlo ya cuando era demasiado tarde: siempre fuimos la misma persona, el mismo ente, el mismo ser… la misma alma pero con cuerpos diferentes, controlados por un idéntico y único elemento elevado al que algunos llaman el ‘yo superior’ aquel delegador de lo que hace el ser humano. Lo que quería decir que con la muerte de ella una parte de mí en esta tierra, literalmente, había muerto... precisamente mi mitad.

Ya nada quedaba por hacer con mi vida, y desperté.

Decisión

Después de esa noche, donde puse definitivamente en claro lo que sentía por la joven inspiradora, decidí escribir una carta donde se expresara todo lo que acudió a mi mente en aquellos instantes y lo que vivía en carne propia en esos momentos, con la romántica y traviesa idea de que la estaba escribiendo precisamente para entregársela a ella, imaginando luego cosas aún más surrealistas como que en un atrevimiento de mi ego y mis sentimientos decidía aparecerme frente a la dama declarándole todo mi amor y que ella, como que si hubiese sido hechizada por mis palabras, caía rendida y embargada de dulces sentimientos para conmigo, abrazándome con fuerza o postrándose ante mí en adoración… sin que haga falta decir que lo último ya era demasiado pedir, simplemente estaba delirando entre las telarañas de mis pensamientos que parecían fluir sin control, como ocurre con las personas enamoradas en la primavera de sus existencias, cuando ese sentimiento se les manifiesta por primera vez en sus cortas vidas.

Una exquisita imaginación acudió a mi línea de ideas sin que yo lo deseara conscientemente, aunque de seguro mi inconsciente, que mantenía encerrado con gruesos candados, lanzaba gritos en tonalidades tan altas y sonoras que se podían escuchar claramente a través de la puerta de aquellos cerrojos cuyas llaves estaban perdidas entre lo vasto de mi mente, la puerta que se encontraba entre mi conciencia y mis sentimientos. Últimamente esa barrera era inservible a pesar de haberme jurado a mi mismo innumerables veces no permitir que eso sucediera nunca más.

La idea irreverente de dejar caer la carta en la rojiza alfombra de la habitación de la exquisita joven fue la que más acarició mis sentidos…

Pronto la idea irresponsable comenzó a tornarse cada vez más posible, atractiva… me invitaba a que la siguiera hasta convertirse en un hecho. Y así fue, tomé la decisión y una vez que eso sucede es imposible, al menos para mí, arrepentirme de lo que haré. Más antes necesitaba un tanto de alimento y la noche era perfecta para ello… es detestable ir a esas discos de música desastrosa a ver personas bailando sin ningún sentido del arte o de la belleza, pero ahí podía sacar a bailar a cualquier dama y sin que lo notara robar un tanto de su líquido vital para claramente continuar con la faena hasta saciar la inmensurable sed.

Así como lo planee actué, casi sin recordar que hice antes de estar en la hermosa habitación de ella, desubicado y algo embriagado por el dulce sabor de la sangre, besé rápidamente la carta dejando un rastro de líquido carmesí en ella, que resbaló hasta dejar un dramático rastro… luego simplemente solté la carta en medio de la habitación, para que cuando mi especial criatura entrara la viera e inmediatamente y la tomara.

Ignoro donde se hallaba ella en esa noche, pero de seguro no era una ordinaria disco como las que frecuento para alimentarme de las descuidadas damas que por allí pululan atrayendo miradas y presas masculinas. Me escondí entre las sombras, mi eterno disfraz, esperando la llegada de ella casi en estasis, procurando no pensar en sus posibles reacciones para no arruinar el momento.

viernes, 8 de abril de 2011

Esperando

En este instante te encuentras tan cerca de mí que si diese un par de pasos hacia adelante podrías quizás percibir mi presencia y yo enloquecer aún más con el aroma que despides sin desearlo, no me acostumbro a ti y quizás nunca lo haga, aunque hipotéticamente algún día me amases seguiría sintiéndote de la misma manera… hermosa, cautivadora, profunda y por sobre todo atractiva, para mis sentidos en conjunto, continuaría hasta el fin de tus días o de los míos deseando el aroma de tu piel tanto como el de tu sangre, amándote como lo haría un amante o como lo haría un inmortal, pero llegarías a ser lo más importante de mi vida… le darías un sentido a ésta y no me escabulliría a dormir por siglos o décadas, impotente ante el dolor de la vida.

Hoy vistes adorables ropajes, de los que usualmente utilizas cuando estás en tu casa descansando… de los que usas cuando pasas horas frente al ordenador, horas con un libro inspirador entre tus manos, horas posada sobre tu cama con los ojos cerrados y en diferentes posturas envidiablemente cómodas con tus párpados cerrados reflejando paz y alegría, esbozando aún más sonrisas entre sueños que cuando estás despierta.

Horas también, en las que día a día como rutina viajas lejos sin atreverme yo a ir tras de ti, pero por lo que he podido escuchar viajas a estudiar, viajas a ver a tus amigos o viajas a ver a tu gran pasión, tu amor, pareja, novio o como se le llame… a esa dichosa criatura ordinaria que puede mantenerte en sus brazos por minutos, horas, días sin que te niegues sino más bien sonreirás para él todo lo que no sonríes para mí, mostrarás tu alegría a tu amado todo lo que no la demuestras a la soledad, a mí que te observa entre las sombras y que te acompaña cuando según tú estás completamente sola unida únicamente con la oscuridad en tu habitación, en los bosques o caminando por entre la gente en las aceras.

El amor que tan burdo ser puede darte no es nada comparado con lo que yo podría entregarte, sé que él puede entregarte su juventud, su belleza he de admitir porque eres una joven con buenos gustos, su compañía, su fidelidad e incondicional amor. Más yo te haría sentir cosas que ni tan siquiera imaginas existen, o a lo mejor supones que solamente es algo que se daría en uno de los interesantes libros que lees o algo de lo que inventas y escribes en tus diarios, cuadernos o páginas de internet.

Quizás hasta podría lastimarte en algún aspecto en determinado momento pero luego mi redención para contigo sería tanta, tan devota y hermosa que me perdonarías y me amarías por una eternidad más, hasta podría concederte mi don… y crear una compañera perfecta para todo lo que nos reste de vida, o todo lo que quede de vida para este mundo, como prefieras. No puedo soportar imaginar tu vida marchitándose al lado de ese mortal… sintiendo una felicidad tan momentánea e insípida, me hace sufrir cada día y cada noche y no tengo otra opción más que observarte para sentir que eres algo más mía que de la soledad, la luna o la noche.

No me presentaré ante ti, aún no… quizás exista un momento adecuado para ello, puedo soportar vivir en esta obsesión por mucho tiempo al fin y al cabo nada perderé por ésta. Simplemente enviaré mis deseos y sentimientos en un susurro cada noche mientras observas la luna o la ciudad, mientras estoy tras de ti o tras tu ventana contemplándote con mi nueva mirada amorosa que nunca se había manifestado en mí. Esperando al momento pertinente y soportando mis enajenantes pensamientos…

Te amo.

The writer

Vengo de ese mundo escondido y prohibido,
camino lentamente mirando hacia mi refugio
paso la llave por la puerta, con un zumbido…
abro mi lugar oscuro que esta totalmente vacío.

Me siento suavemente en el suelo frío y muerto
recuerdo mi camino de venida hacia acá
traía mi mente ocupada en mi sentimiento
algo, que muy pronto mi corazón olvidará.

Me mostró sus escrituras, yo las subestimé
pensé que a mi lírica oscura nada superaría,
no la superó, pero hablaba de mi, me desanimé
y apenas sentí como ella, por mi culpa sufría

Fue impactante cuando leí esas palabras.
Mi sentimiento despertado por ellas, no debían
no debían de existir, pero fueron escritas
cuando leí sus versos y como esas letras morían.

Quisiera sentir algo por este acontecimiento
como lo hacia antes, hace apenas unos días
pero todo lo que sentía de repente ha muerto
¿O será que fue una neblina, que yo mentía?

Yo la engañé, la hice sufrir, la enamoré,
su corazón se siente engañado, triste y enamorado
escribe poemas, pensando que la amé
y mi conciencia, como siempre, sigue fallando.

¿Cuál es mi problema por que hago esto?
Herir, matar, lastimar, no me importa, simple
de vez en cuando me miro y me detesto
pero termino haciendo lo que hago siempre

La mire impotente pero sonriente, ella sabía,
sabía como canalizar sus sentimientos…
esas letras lo denotaban, no sufría, no moría
utilizaba la lírica para su alma como alimento

Me fui, llegué a mi solitario refugio y escribí
después de tanto tiempo, sin ellas, sin musas…
ese acontecimiento me despertó, sobre ti,
cosas que me parecen completamente ilusas

Perdóname, por favor, de verdad, perdóname,
no es mi culpa ser roba corazones y almas
me entristece y me alegra, que sufras y me ames
pero ya olvídame y no escribas de mi más, nunca más…


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Este poema lo escribí en el 2006 y listo, nada más que anotar.

jueves, 7 de abril de 2011

Sueño Eterno

Al abrir los ojos pude contemplar solo hielo a mi alrededor, una gélida capa gruesa de neblina y grandes picos de hielo pegados al techo de la cueva, despuntándose hacia abajo, apuntando hacia donde me encontraba. No lograba recordar tan siquiera quién era, medité por unos breves segundos y pude recordar todo y determinar que estuve durmiendo por intangible tiempo… ¿Años, centurias, milenios?

Pensé que a lo mejor podría salir y buscar un poblado cercano, con la contemplación de que quizás hasta el sistema de fechas hubiese cambiado, pero no quería salir de allí, mi improvisado hogar por incontable tiempo: el hielo y la nieve a los que estaba ya acostumbrado desde mis batallas bañadas de escarlata en mi tierna adolescencia, ahora estaban más arraigados a mí porque fueron mi cobijo en el sueño perpetuo.

¿Frío? ya no lo sentía ciertamente, contemplé mis manos y luego miré mis ropajes… estaban totalmente irreconocibles, desgarrados en ciertos puntos como que si hubiesen sido cortados, luego recordé las estalactitas que pendían del techo, de seguro algunas cayeron sobre mí mientras dormía y rompieron las telas junto con mi piel, pero ésta ya se había sanado… se había sanado apenas el filoso hielo desgarró la carne, quizás luego tan poderosa arma pasó a ser solo agua fría al chocar con mi helado contacto, que aún así era mil veces más cálido que todo el ambiente.

Me puse de pie: "la misma agilidad de siempre" pensé, así que comencé a caminar hacia donde provenía la leve luz exterior de la luna, la cueva no era muy larga; más bien me pregunté cómo era posible que nadie me encontrara mientras descansaba, mientras me desconectaba del dolor que a veces causa la vida. ¿Hambre? quizás ya había olvidado cómo se sentía, aunque en el fondo yo intuía que albergaba un deseo de líquido vital tan infinito que costaría grandes esfuerzos saciarlo.

Por otra parte, estaba plenamente consciente de que algo me había despertado, de que /alguien/ me había arrancado del mundo de los sueños. La perpetuidad del descanso inmortal sin duda puede solo ser rota por otro inmortal, pude oír el palpitar de su corazón acompasado, una perfecta y fuerte melodía de guerra sin distorsiones en los tiempos entre cada golpe al tambor. Ese inmortal definitivamente sabía que yo estaba allí, sino no permanecería inmóvil, expectante… y lo peor es que pude denotar por el ritmo de su palpitación, que ni tan siquiera me temía.

Traté de penetrar sus pensamientos con el don de la mente, pero mantenía una protección como la de una enorme pared de diamante albergando sus ideas… no pude obtener nada de eso y recién me di cuenta de que no estaba protegiendo lo que yo pensaba tampoco, algo de falta de práctica quizás. Seguí caminando hasta el final de la cueva y vi la luna pintada en el cielo, cuarto creciente al parecer y luego volví mi mirar hacia donde sabía que estaba el extraño.

Cuando observé la luna, luego de no verla por tanto tiempo me pareció como que si fuese la primera vez que la veía, hasta incluso pude denotar que algunos de los dibujos de su superficie eran diferentes a los que mi imagen mental mantenía, además mis ojos se vieron afectados por tan tenue y azulada luz. Luego posé la mirada sobre el ser que me había traído de vuelta al mundo, girando lentamente sobre mi propio eje hasta quedar de frente a él y provocando así que mis rojizos cabellos volaran con el viento que soplaba hacia atrás, haciendo ondas acompasadas en el aire.

Se confundía entre la nieve tal como un oso polar, o un salvaje lobo de las montañas heladas. Su cabello era rubio tan extremadamente claro que se podía confundir con blanco, cortado un tanto más debajo de sus hombros y las puntas de sus cabellos se elevaban un poco hacia arriba, además un mechón de su cabello caía entre sus ojos… sus ojos de un profundo tono azul que me miraban fijamente y que a pesar de la lejanía reflejaban la luna, adornados por ese mechón blanquecino que daba más fiereza a su mirada, y a la vez más inocencia.

Poseía una belleza exquisita aunque no hacía falta mencionarlo, además de que esa gabardina y la demás ropa cubierta aquí y allá de pelaje de animales albinos y grises, hacían una perfecta pareja con toda su demás apariencia bañada de nieve.

Pensé, que si hubiésemos estado en otra situación, por ejemplo caminando tranquilamente por algún área del mundo mortal con apuro, y él hubiese pasado a mi lado sería indeterminable para mi vista y mis sentidos ajetreados saber si era un hombre o una mujer… oh belleza andrógina. ¿Cómo alguien que aparentaba tanta fragilidad, podría tener tan soberbia mirada?, ¿Cómo alguien que parecía tan joven pudo despertarme con tan solo su presencia?

¿Cómo esta extraordinaria pero frágil criatura podía emanar un aura de poder tan grande que hasta logró atemorizarme por unos instantes?, no sabía cuál era su propósito y si lo que planeaba era destruirme que lo intentara… desde tiempos atrás ya no era necesario que portara una espada, un hacha o un mazo, con solo la sangre que me fue regalada y que recorría mi cuerpo bastaba, además del collar con el símbolo de mi dios Thor que siempre he portado. Inconscientemente llevé mi mano diestra al collar para comprobar que aún se mantenía en su lugar, oh… esa comprobación no la hacía desde antaño, me trajo inevitables recuerdos entre hermosos y dolorosos.

-Bueno, basta de precauciones- dije en voz tan baja que ni el mismo viento escuchó y empecé a caminar hacia donde él se encontraba, con el paso más seguro posible, me avergüenzo de admitirlo pero me sentía un tanto amedrentado por su presencia, quizás no por su poder… tan solo por ser él y estar allí mirándome de esa forma. Más no podía permitir que se enterara de que causaba un efecto en mí, así que simplemente bajé mi verde mirada un poco pero sin dejar de observarlo, causando ese fiero mirar que yo mismo ya conocía, me desplacé rápidamente y con todo el porte de un gran señor (mientras pensaba incesantemente que mi destrozada ropa no emitía un efecto muy elegante, pero al menos mi capa y mi cabello se movían hacia atrás con presteza y belleza en iguales partes) hasta que llegué frente a él, levanté mi rostro un tanto en un gesto de superioridad y luego sonreí ligeramente de medio labio.

-¿Quién eres?- las palabras surgieron de mi boca sin que pudiese premeditar sobre ellas, y que tonto e ingenuo yo, al pensar que simplemente con saber el nombre de él, que perfectamente podría ser un mote inventado, podría enterarme de algo más… aparte de cómo llamarle. Sin embargo se produjo un largo silencio, hasta que el desconocido abrió su boca para pronunciar su nombre, y me emocioné al saber que pronto sabría cómo se llamaba, siguiendo mi línea de comportamiento extrañamente infantil que mantenía desde que desperté, expectante por oír sus vocablos.

-Cheru…- dijo el peliblanco con un acento un poco extraño, no había premeditado como sería su voz, pero resultó ser algo como un susurro aunque con sonido fuerte, al hablar se creó una niebla producto del contacto de su tibio aliento con el frío lugar. Tenía razón yo ¿Por qué alguien se llamaría tan extraño, lo habrá inventado… o de qué país vendría esta llamativa criatura?

Se movía con elegancia, cada uno de sus gestos: una leve sonrisa, un ladeo de su cabeza a la derecha mientras que me miraba, se llevó su enguantada mano izquierda a la bufanda que cubría su cuello y se quedó en esa posición, absolutamente inmóvil. Pensé que me le había quedado viendo fijamente por un descortés período de tiempo y también medité que él estaba demasiado abrigado comparado con la maltrecha ropa que me cubría. De hecho si lo observaba con atención no parecía un vampiro…

-Te estuve observando un tiempo mientras dormías- dijo con un tono de voz un poco más fuerte que el que empleó en sus palabras anteriores.

-No puedo saber cuánto tiempo fue, solo sé que entré a la cueva en un anochecer y salí en otro- el aparentemente joven visitante se encogió de hombros sin perder la sonrisa ni la elegancia, y yo me di cuenta de que yo ni tan siquiera había pronunciado una palabra, y él continuó hablando con gran cantidad de halagos.

-Te ves bien cuando duermes, señor habitante de las cuevas- una ligera risa de su parte ante el comentario -¡Lo que me pregunto es como no te despeinaste! y ya sé porque es que sucede, porque ni te mueves, parece que ni respiras-

Continuaba hablando, sofocándome con sus palabras que extrañamente eran en el mismo idioma al que estaba acostumbrado antes de disponerme a dormir por indefinidos días, de seguro lo leyó de mi mente en uno de esos momentos de descuido, o cuando estaba dormido pudo ver mis sueños narrados mentalmente en tan exquisito idioma.

-Llámame a mi Thorne, para que no me sigas diciendo señor habitante de las cuevas- mi voz sonó adrede fastidiada, aunque en verdad estaba un poco enojado con el chico… era algo infantil al hablar y casualmente nunca me habían gustado los niños, era una lástima que alguien con apariencia tan profunda e interesante lo menos que mantenía en él era misterio… aunque a lo mejor me equivocaba, así que continué conversando.

-Dime… Cheru- imité el acento y la forma en la que él previamente pronunció su nombre -¿Podrías decirme en qué año estamos? La duda sobre cuánto tiempo dormí no me está dejando pensar con claridad- era la verdad, dependiendo del tiempo que dormí podría determinar si aún era posible que estuviesen vivos aquellos seres que quise en algún momento de mi larga existencia.

-Es el año 1995 ¿Cuánto tiempo pasó?- me preguntó en un tono con una gran dosis de curiosidad inmiscuida. Analicé los números… desde el último día que me alimenté eran unos cincuenta años, pero desde que me mantenía en esta cueva con la aburrida rutina de dormir y despertar cada década a comer habían pasado quizás unos seiscientos años. Le respondí a Cheru con esas mismas palabras que cruzaron mi mente.

Seguidamente proseguí hablando mientras que sin darme cuenta comprobaba que mi larga cabellera rojiza estuviese bien peinada, con mi mano izquierda –Cheru, dime… ¿Qué intenciones tienes al venir a despertarme de mi sueño? Sabes lo molesto que es eso, ¡Me alegro de ver a otro inmortal por supuesto! pero tu repentina aparición me parece algo extraña- él interrumpió mis palabras con su suave voz.

-No tengo malas intenciones, juro que solo visitaba estos lugares nórdicos de la tierra y pude percibir tu poderosa presencia, tus pensamientos parecían muy interesantes y quise acudir acá- Levantó su mano diestra como juramento y me sonrió dulcemente, toda la expresión contrastaba con sus fríos ojos. Luego de sus palabras comenzó a agradarme mucho más ese no vivo tan infantil y alegre, cuando ya despejé la duda de que quisiera destruirme o que tuviese intereses perjudiciales para conmigo.

Pensé que a lo mejor podría servirme de compañía por un tiempo, jurando para mi mismo que no me encariñaría, porque siempre resultaba lastimado cuando todo acababa. Como en el caso de mi hermosa creadora pelirroja, la gemela de ojos ensangrentados y cabello escarlata, a la que abandoné por celos y egocentrismo…

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Esta historia se supone sería larga pero nunca la acabé, quizás en cierto momento la arregle un tanto y prosiga, por ahora cabe decir que tanto ésta como algunas otras siguientes están ligeramente basadas en un personaje de Anne Rice, así como mi nickname y nombre del blog.

Ariadna

Lo recuerdo, fue el nombre que me dio
el viento, sin callarse me lo susurró
¡Oh hermosa niña! linda Ariadna
santifico el día que apareciste tras mi ventana

Era la más hermosa criatura que había visto,
una niña de ojos azules y largo cabello rojizo
cara de ángel, esculpida por el mismo Dios,
fue muy bello el grato gesto que me hizo

Sus hermosos ropajes de claro color celeste
la bonita luz solar que la iluminaba desde el este,
sus hermosas manos, sus lindas zapatillas
y su agraciada forma de caminar de puntillas

Parecía una princesa fantástica
digna de pertenecer a una novela romántica,
mi propia novela cree en mi mente
donde yo era su amado y le regalaba un trozo de luna creciente...

De pronto vi como gotas de lluvia caían...
caían sobre su liso y rojo cabello fascinante
vi como su gloriosa imagen desaparecía
y deseé que estuviera en mis brazos para amarle

El mismo aire que te trajo te llevó
pero al desaparecer tu imagen
un susurro llegó del aire y me maravilló
decía tu nombre, divina Ariadna...

Desde entonces vivo enamorado de ti
desde esa tarde mi amor, esa tarde...
en la que apareciste tras mi ventana.

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Éste lo escribí cuando era preadolescente, desde ahí viene mi obsesión con el cabello rojo.

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El propósito principal de este sitio es el de publicar todo lo que he escrito en el lapso de dos años (2009, 2010) más unos cuantos poemas viejos. Un tiempo me dediqué a escribir cuentos cortos o relatos variados por lo menos una vez a la semana, solía publicarlos en una página junto a cosas misceláneas. Lo que deseo ahora es centralizar todas mis obras en un sólo lugar, donde el que quiera pueda pasar a leerlas o simplemente para mi propia organización (servirá de backup, de paso).

Cabe mencionar que sólo publicaré contenido original y cualquier publicación de mi propiedad en otra página, deberá tener referencia a mi blog, o al menos dejar en claro que no es de su autoría.

Trataré de ir subiendo un cuento cada día, hasta que se acaben. Una vez hecho esto espero que se me antoje de nuevo escribir, ya que no tengo aquella motivación de antaño.

Saludos.