sábado, 10 de septiembre de 2011

Remembering

Cuando no recordemos la razón por la cual hemos dejado de hablarle a cierta persona, basta con una simple acción para refrescar nuestra memoria: Hablarle de nuevo y cuando irrevocablemente esa persona nos desagrade (una vez más), nos daremos cuenta de la razón.


17/06/2011

Friend

El transcurrir del día había dejado exhaustos a todos por completo, lo podía notar al observar a mi alrededor, la gente, fuese cual fuese su rango, pedía permiso a los superiores para irse a casa más temprano de lo usual, a lo que ellos accedían puesto que el deseo era el mismo. Tratar asuntos importantes referentes a una posible guerra era cansado tanto física como mentalmente sin importar el puesto, para mí no presentaba un gran reto en ningún aspecto, pero sí me albergaba una especie de preocupación algo alarmante.

Aún no caía la noche y ya el salón se encontraba casi totalmente vacío, al igual que los demás salones exteriores, yo no me opuse en ningún momento a las peticiones de descanso de los demás, al fin y al cabo habíamos llegado a un acuerdo y a un plan a ejecutar bastante razonable y tranquilizador, todo eso gracias a la intervención importantísima de aquel preciado amigo de mi infancia. El que siempre sorprendía a la milicia, una y otra vez, con sus agudos análisis y conclusiones... el que no es sólo poderoso, también sumamente inteligente, de entre las personas con tales características el mejor en ellas que haya conocido.

Me deslicé a mi asiento predilecto sentándome en éste lentamente, para después apoyar mi codo diestro en el brazo de madera exquisitamente pulida y a la vez acomodar mi rostro en la cuenca que se formaba en mi mano, cerrando los ojos por lo que parecieron horas, que fueron en realidad unos pocos segundos, los cuales se vieron interrumpidos por una voz sumamente familiar que me llamaba con mi nombre. Abrí mis párpados desvelando así mis vivaces orbes azules que lucían algo más cansados que de costumbre, fijando mi mirada directamente en quien me llamó con anterioridad.

Sonreí al hacer contacto con su carmesí mirar y al observar su elegante postura y rostro enmarcado con sus característicos cabellos de tan particular color, un tanto más oscuros que los míos, dejé de apoyarme en el brazo de la silla y llevé esa misma mano a uno de los aditamentos de tonos azulados que adornaban mis cabellos, de manera inconsciente me perdí peinando ese pequeño mechón de rubio cabello, mientras que escuchaba la refinada voz de mi amigo, la cual me informaba con su inquebrantable tono que ahora todo estaba bien, que podía ir a descansar en completa tranquilidad.

Me puse de pie y bajé los escalones que precedían el trono del emperador, puesto que se me había sido otorgado desde nacimiento y que ocupé a una edad adecuada pero que pareció temprana según mi propia opinión, caminé hasta llegar al lado de aquel destacado coronel militar y le dediqué una ligera sonrisa, apoyando mi zurda en uno de sus hombros por un efímero instante, gesto que tenía como fin agradecerle por lo de hoy así como por siempre. Nos encaminamos uno al lado de otro hacia afuera del salón, sin dirigirnos tan solo una palabra, sin embargo a pesar de eso ambos sabíamos a dónde íbamos, era muy temprano para descansar aún, apenas oscurecía según lo que se podía apreciar a través de las cristalinas ventanas del palacio.

Hace mucho tiempo que no teníamos un instante para disfrutar de nuestra compañía mutua como cuando éramos pequeños, así que esa noche fue tomada prestada para ello, evitando toda relación de emperador a coronel y viceversa, disfrutamos de una velada de amigos absolutamente normal, compartiendo temas predilectos por uno o por el otro en las conversaciones, así como actividades atrayentes para alguno de los dos, que por lo general eran bastante similares pero con su toque distintivo. Era algo que debía hacerse, hecho que subió completamente mis ánimos así como los de él, o eso esperaba… ya que amanecía y un día rutinario volvía a nacer.

Caring

Su hermoso rostro se mantenía como un lienzo en blanco, sin emociones, sin obra alguna plasmada en su tersa piel, dormía apaciblemente y sin preocupación alguna. Las pesadillas que usualmente acechaban su inconsciencia habían decidido, por cuestiones más allá que el azar, alejarse de sus usuales dominios dejando aquella mente albergadora sellada contra cualquier intruso benigno o malévolo, la calma personificada como un ente tangible en sus pensamientos.

La apacibilidad no se vio interrumpida ni tan siquiera por el sedoso contacto de finas hebras del más terso cabello rubio contra la tez de la impresionante belleza que allí descansaba, una sonrisa menos amplia de lo usual se hizo presente en los gestos del propietario de aquellos instrumentos áureos, al notar que no logró nada con su acción. Decidió aposentarse en el lecho que protegía a su preciada cómplice y observarla mientras soñaba, ignorante era al imaginar que atrapada estaba en el mundo de los sueños, cuando en realidad una excepción casi cósmica estaba aconteciendo.

“Su ilusión nocturna debe parecer tan auténtica que no logra ni tan siquiera captar mi ruidosa presencia”

Sus pasos a través del ventanal habían sido precisos y sus movimientos gráciles, todo constituía un plan para poder arrancarla devotamente de la somnolencia hacia la materialidad, con la utilización de sus particulares y efectivos métodos, sin embargo todo había fallado cuando la pieza culminante no había calzado, pero era un hecho que tarde o temprano despertaría.

Ahora no quedaba más que esperar en la oscuridad, controlando los ansiosos pensamientos que prematuramente se dirigían al tiempo en el que sus ojos pudieran reencontrarse una vez más al presentarse el alba.

Consejo

Presta atención, oh agraciada joven radiante cual despejado día de primavera, escucha atentamente a mis palabras que tan sólo intentan transmitir, a gritos disimulados entre susurros, mis más afables deseos.

Casi desgarrada fue mi ánima al percibir la quebrada voz y notar la humedad de aquellas lágrimas cruzando el hermoso lienzo que es tu rostro, sollozabas sin razón aparente, sin un verdadero motivo, por futilidades sin la más mínima importancia.

Malditos sean los pensamientos destructores que tanto gustan de albergarse en las mentes de los que apenas se enfrentan a las estremecedoras garras de la sociedad, desearía que con mi solo mirar, esa neblina y los fantasmas que se esconden tras ella desaparecieran, sin más esfuerzo que el de contemplarte.

Algo tan hermoso como la visión de tus delicadas facciones, de los bellísimos contornos de tu silueta ¡Si pudieses verte a ti misma con mis afectuosos ojos! Si fueses capaz de comprender que con sólo tu presencia las más oscuras habitaciones se iluminan, que eres perfecta para mí y para muchos otros, si estuviese a mi alcance hacerte entender todo esto, pero no puedo… Es imposible si esa coraza no cae, si no entiendes que te amparo y te aprecio, casi como a nadie más.

Dame la mano y ven conmigo, destruyamos los espejos de la falsedad que la colectividad nos impone, aplaquemos el caos que habita en tu razón y lancémoslo al vacío del exterior, permitamos que sea devorado por los agujeros negros de la hipocresía. Aduéñate del soporte de mis dedos, no te sueltes y déjame amarte e iluminar tu camino, inmolar las inseguridades que se han infiltrado en tu ser, a pesar de que sean ficticias. Déjame mostrarte mi verdad, la verdad.

Sabes que si pudiese devolver el tiempo, evitaría a toda costa el mal causado.


17/08/2011

Mist

La espesa niebla imposibilitaba ver más allá de un metro de distancia, si se obviara su fría presencia y se contemplara el firmamento podría descubrirse que el nocturno astro superior no se encontraba enmarcado por la negra nada en aquella noche de invierno, por lo que las tinieblas reinaban la tierra. Sin embargo, la neblina desprendía un misterioso brillo por sí misma, resplandor que bastaba para guiar a los vástagos de la región a través de sus oscuros y laberínticos senderos.

El caminante portaba consigo una lámpara de aceite, la única fuente de luz existente a muchísimos metros alrededor. Se le había hecho tarde sin desearlo, realmente las mundanas reuniones podían entretenerle tan excesivamente, que su noción de tiempo y espacio casi se adormecía por completo durante el transcurso del lascivo episodio. Apenas dejaba el recinto donde se celebraba sin razón de festejar, comenzaba a extrañar la calidez que estar entre aquellas murallas le concedía, pero conforme se alejaba, paso a paso, sentía más desapego de aquel ambiente y hasta repulsión del mismo, de la creación, la sociedad y hasta de él.

Fue entonces, tras dejarse llevar por los usuales pensamientos que acudían a estremecer su reflexión y juicio, que decidió sentarse en el suelo sin razón aparente, colocando al frente la linterna que orientaba su ruta. Se quedó mirándola relajadamente por minutos que se hacían eternos, sus ojos fijos reflejaban el resplandor y la estructura misma de la lámpara, pero a pesar de que la luz fluctuara, la imagen en los espejos que eran sus ojos no oscilaba en lo más mínimo, ahora su cuerpo se encontraba en tensión. Pasado cierto tiempo se puso de pie y sin pensarlo impulsó con fuerza su bota hacia la única fuente de luminosidad que poseía, desfigurando por completo la armazón y desquebrajando los vidrios que recubrían a la llama, dejándolos peligrosamente ubicados en el suelo.

Pasó a través de ellos sin precaución y comenzó a caminar con la única ayuda de la luminiscencia extraña del velo blanquecino que recubría las sombras. A veces reía consigo mismo cuando al estar inseguro de lo que adelante estaba, extendía ambos brazos para evitar chocar con algún objeto o algún ser, aunque pareciera que el espacio era infinito, sin obstáculo alguno y sin ruidos que delataran la presencia de alguien más. La antes polvorienta vereda se tornaba húmeda y pegajosa ante sus pisadas, la humedad del vaho se impregnaba en la tierra, le resultaba incómodo caminar por ahí, por lo que se desvió a ciegas hasta llegar al césped, comenzando a moverse ahora hacia una congregación de árboles un tanto rala para ser llamada bosque.

Al cabo de un tiempo, se encontraba completamente perdido y la niebla parecía que nunca cesaría, al igual que la perpetua noche. Lo que había parecido divertido y atrevido en un principio, ahora le causaba un temor más que indescriptible. El níveo ambiente parecía haber purificado su alma de los pecados cometidos en aquella jornada, había llevado el ánima a un estado de paz y tranquilidad absolutas, pero ahora parecía atraparlo entre sus garras para nunca más dejarlo ir, para purificar hasta la última partícula de su sustancia, para purgarlo hasta que no quedara nada de lo que era.

Completamente atemorizado logró palpar la corteza de un antiguo árbol, hiperventilando y agitado se recostó al lado de éste con torpeza, exigiéndose a cerrar los ojos aunque ese hecho no provocara mucha diferencia para sus sentidos, intentó tranquilizarse recordando acontecimientos pasados entre aquellas libidinosas cuatro paredes, pero para su temor no podía recordar nada de lo anteriormente acaecido, su memoria parecía tan en blanco como el entorno, su raciocinio e imaginación continuaron causándole una mala pasada, hasta que por fin cayó en la subconsciencia del sueño, allí en medio de la nada apoyado en el tronco de un roble, hasta que sobrevino el amanecer.

Balcony

Así era él, caprichoso solía denominarle ella usualmente, ya lo había aceptado de esa manera, sabía que no podía forzarlo a que la visitara y la acompañara más tiempo del que ya le dedicaba. Simplemente aparecía cuando se le antojaba y siempre que decidía materializarse ante ella le brindaba dosis iguales de alegría y desconsuelo, pero así ella lo quería. La muchacha estaba agradecida con la vida a pesar de todas las injusticias por las que había pasado, por un tiempo deseó simplemente no existir, pero luego aquel hombre llegó a su vida para salvarla de sus deseos prohibidos, de sus fantasías y travesuras con la muerte.

Él le daba al menos una razón para permanecer atada a este mundo material, el sólo hecho de poder compartir una velada con tan misterioso ser, una que otra vez, era suficiente motivación para soportar los pensamientos y recuerdos dolorosos, que no se alejaban de la tierna mente corrompida mucho antes de lo debido, si es que se supone debería llegar a ese estado en alguna época de la vida. Los vívidos orbes de ella habían espiado por primera vez la figura de su futuro compañero cuando recién comenzó a vivir en lo que ahora era su hogar, vivienda que había sido heredada directamente de sus difuntos padres, una de las heridas más recientes que ella albergaba en su antaño lozano corazón.

Se podría decir que su morada era lo que se denominaría una mansión, con decoraciones que, a decir verdad, eran más acordes a los gustos de un sombrío conde que a los de ella, pero su mente llena de turbulentos y lóbregos pensamientos hicieron del lugar un sitio idóneo para ese instante, por lo que se generó un apego considerable al lugar, era ya como una parte de ella y se esmeraba porque las personas a su servicio mantuvieran el inmueble en el mejor estado posible, inclusive en ocasiones ayudaba a sus subordinados por más reclamos que éstos le hicieran, no estaba escrito en su laboriosa moral dejar que su delicada y hermosa superiora colaborara con la labor por la que les pagaba.

Una tarde de tantas, luego de cumplir con su recién creada rutina, se encontraba sentada en el balcón de su habitación, ataviada de un hermoso vestido de tonalidades más claras de lo usual y con un cuaderno en mano memorizando lo que su tutora le había enseñado en la mañana. Tenía una maestra ya que los expertos decían que se encontraba emocionalmente incapacitada para asistir a un lugar de estudio regular, mucho menos para adaptarse entre las masas de jóvenes, que podían ser tan crueles a veces.

Esa tarde llovía mucho más de lo normal e inclusive las hojas se veían impregnadas por ínfimas gotas transportadas por la fría brisa, ni que decir del hermoso lienzo de porcelana que era su rostro, tan bañado en cristales como todo lo demás que yacía en el balcón, sin embargo la gélida sensación en su piel la relajaba de maneras indescriptibles, por eso no presentaba un gran interés por lo que podría sucederle a sus apuntes, pero menor fue el interés en éstos cuando pudo divisar una oscura silueta a la distancia, entre los árboles diversos que adornaban los alrededores de sus aposentos, pero sin salirse de los límites de los mismos. La figura captó tanto su atención que soltó el cuaderno en el suelo, dejándolo totalmente a merced de las inclemencias del tiempo.

Lentamente y de la manera más sigilosa que fue posible para su cuerpo, se acercó a la orilla del balcón, completamente embelesada por la visión de la que era dueña, sus movimientos más bien felinos le permitieron moverse de tal manera que el hecho hubiese sido imperceptible para cualquier ojo humano, si fuese el caso. Tenía la impresión de que si se movía bruscamente su aparición podría desvanecerse, por su mente se cruzó la idea de que aquella ambigua figura, al parecer perteneciente a un elegante y alto joven, podría huir si sentía que su íntima comunión con los árboles y la tempestad era viciada por una bella espía.

Sus manos cubrieron con fuerza parte de la blanca reja, tan húmeda como estaban ahora sus cabellos que se tornaban más bien caoba por la acción del agua, su posición fue la misma por un período indefinido, minutos u horas, su recién descubierta faena de vigía la había atrapado de tal manera que perdió del todo la noción del ser y del correr del tiempo. La figura masculina no hacía más que caminar de un lado a otro, mirar el cielo y dejar que los torrentes chocaran con su tez y sus ojos, nublando su visión pero al parecer sin causarle molestia alguna; su comportamiento era extrañamente peculiar y atrayente, se veía tan desapegado a este mundo que resultaba irresistible para la joven imaginación de ella.

De repente aquella difuminada silueta dejó de mirar las cargadas nubes para posar su mirar directamente en los ojos de su obsesionada centinela. Ella, al sentir que la miró, se levantó de inmediato impulsándose dentro de su habitación y cerró seguidamente la puerta corrediza de vidrio, que pronto se llenó de miles de lágrimas insípidas, las mismas que habían ya dejado irreconocible a su libreta de apuntes, la cual miraba fijamente, con una terrible intriga y un miedo indescriptible que se adueñó de ella enteramente. Su vestimenta estaba absolutamente bañada en rocío, por lo que casi sin pensarlo la retiró por completo y se acurrucó en su cama, cubierta por más edredones de los usuales, cerrando los ojos para entregarse al sueño que seguramente resultaría tranquilizador.

Aquella noche fue la primera de muchas en las que su recién adquirido compañero visitó su dormitorio, una estela de luz se coló por la puerta de entrada, sin embargo no se escuchó el usual ruido de cuando tal entrada era abierta, nada más la pulcra e inmodificable luminosidad del recinto fue rota por aquello y luego fue modificada de nuevo por la proyección de una sombra de forma humana contra el suelo. Claramente la joven pudo percibir aquello, pero en cuanto fue dueña de su conciencia de nuevo temió tanto que en vez de abrir sus claros ojos y observar lo que sucedía, decidió cerrarlos lo más intensamente que le fue posible. Pero eso no evitó, tal y como ella esperaba, que su virginal piel no fuese acariciada por la mano de un hombre, el hombre más hermoso que jamás su visión hubiese tenido el placer de contemplar, sus profundos ojos y sus facciones eran las de aquel idílico ser que había aparecido únicamente en sus más dulces y placenteros sueños, en el manto de aquel anochecer todo lo que había soñado se hizo realidad.

Su secreto consorte no la abandonó nunca más luego de esa noche, escapaba por largos períodos de tiempo pero luego volvía a los brazos de su ser de devoción para entregarle cuerpo y alma compensando así sus días de soledad, era caprichoso pero inclusive eso estaba contemplado en los deseos de ella, cuando regresaba luego de temporadas de ausencia su amor y deseo por él se incrementaban exponencialmente, su adicción se hacía cada vez más intensa e irrenunciable. Sin embargo en el fondo ella siempre tuvo la impresión, pensamiento que ignoraba de inmediato en cuanto aparecía, de que su amante no era real. Y no lo era.

Temptation

Cada vez que mis ojos se cruzaban con los suyos, verdes como la esmeralda y deslumbrantes cual estrella fugaz para mí, me torturaba la fugacidad de nuestros encuentros que duraban tan poco, comparables a aquellos momentos astronómicos breves y espaciados. Tan cerca y tan lejos nos encontrábamos, físicamente cerca, a tan sólo unos pasos… pero incapaces de unirnos en un abrazo, un beso, o fusionarnos en algo aún más íntimo.

Vigías eran nuestros compañeros, camaradas y conocidos que nos escoltaban hasta nuestra guarida de encuentro, seres que impedían nuestra unión, que salvaguardaban nuestro tiempo para no poder entregarlo al otro en un acto de pasión. Nos permitían tan sólo saludarnos con un leve contacto de nuestros labios con la mejilla ajena, percibir el aroma y el contacto del otro, intercambiar unas cuantas líneas susurradas y luego ser llevados de vuelta hasta donde nuestros caminos se separaban. Después no quedaba más que comunicarnos desde lo lejos el anhelo que sentíamos de estar juntos, de compartir nuestro lecho y nuestras acciones más privadas. Una tortura peor que cualquier otra inventada por el hombre.

Peores encuentros eran aquellos en los que de la mano íbamos con nuestro respectivo ser de adoración y devoción, cuando nos mirábamos a los ojos y nos decíamos miles de cosas en un instante, para después volver la mirada por miedo al reclamo que nuestros amados pudiesen darnos. Ese breve tiempo pasado en el que pudimos disfrutar de la compañía mutua sin restricción alguna fue también un tiempo de luto, lamento por la separación que tuvimos de las personas a las que nuestro corazón y nuestros nobles sentimientos pertenecían. Sin embargo fue la última arma para poder unirnos por una temporada… pronto no resistimos y todo volvió a la normalidad, acudimos al consuelo que nuestras pacientes parejas nos ofrecían, almas tan puras y sinceras que nos acogieron luego de que les abandonamos por el delirio.

Años habían pasado desde aquello y los encuentros a solas no cesaron en ese lapso, fueron pocas las ocasiones pero bastaba con eso para mantener viva la llama, escasos besos fueron entregados en esos momentos, cuando nadie más nos veía… no podíamos permitirlo o perderíamos a lo más importante de nuestras vidas. ¿Quién diría que se pudiese engañar a quien se ama por sobre todas las cosas? ¿Quién pensaría que se puede amar a alguien pero también sentir pasión por otro cuerpo, por otros hermosos ojos? Actos realmente reprobatorios y retorcidos, que planeábamos cuando no podíamos aguantar más el torrente de deseo que nos embargaba cuando más nos veíamos, cuando más ocasión teníamos de hablar a la distancia.

Pronto llegará el instante en que todo se consumará de nuevo… para liberar la lujuria y comenzar una vez más el círculo vicioso ¿Será que nunca acabará? Deseo que no exista, ni este arrebato ni su presencia, pero a la vez tampoco podría vivir sin esta emoción prohibida.

Ánima

Aquellos hechos por nosotros ya habían sido olvidados, el pacto fue sellado tanto tiempo atrás que ni nuestras memorias ni nuestras conciencias podrían ya recordarlo. Sin embargo nuestras esencias se unieron antaño en una alianza eterna que jamás nada podría romper y ello nos mantenía sensatos, calmos e inamovibles a pesar de no poseer un explícito conocimiento de lo inherente en nuestras existencias.

Nuestras figuras jamás estuvieron en contacto, jamás nuestros ojos se cruzaron dejando dulces partículas al aire cual revelación de complicidad, ni centellaron de júbilo al sentir nuestras ánimas completas al reflejarse los unos en los otros. Sin embargo, con frecuencia, el aire traía consigo la grata melodía de nuestras voces comunicando de manera metafórica diversas confidencias, enigmas que ni el más elevado de los entes jamás podría descifrar ni adquirir.

En nuestras noches de soledad, donde tan largas eran las horas como el más extenso de los días, percibíamos el dulce aroma de nuestro vínculo, cual cordón de plata que amarraba nuestros espíritus, revelándonos el dolor del otro, el amor del otro, sufrimientos y alegrías, entre más intensos más júbilo o desasosiego éramos capaces de sentir como sensaciones propias.

Tocábamos nuestras almas con las manos purificadas, las tomábamos entre manos dónde amenazaban con escaparse entre nuestros dedos como la más liviana de las aguas y decidíamos dejarnos llevar por lo que teñía, para bien o para mal, nuestras razones de ser. Las uníamos y limpiábamos cada una de nuestras noches, sin enterarnos, a través de los sueños. Oh aquellos vívidos sueños que se apoderaban de nosotros cuando no nos rodeaba nada más que entera oscuridad, ilusiones aún más largas que las horas de aquellas noches en las que nos desvelábamos del más sencillo deleite.

Y hoy escribo, oh cómplice, oh musa… porque he sentido nuestro corazón latir al unísono una vez más, cómo me gustaría saber de tu vida, cómo me gustaría poder estar a tu lado y compartir tus vivencias: amores, desamores, batallas, derrotas y triunfos. Hechos fantásticos y crueles, pero preciados para quien es tu guardián y protegido, mi inseparable y por sobre todo hermosa otra parte de mi ser.

Je t'adore~

Sick of Life

Habían pasado ya las tres de la tarde, cuatro horas habían transcurrido desde que se había propuesto la meta inicial, pero había ido postergando el momento esperado hora con hora, comenzando al decirse a si mismo “Será a las 12, en ese momento lo haré”. Recostado se encontraba en la pared adyacente a la ventana, con su cuerpo iluminado por los rayos de diversas tonalidades gracias a la luz que se filtraba por el ventanal. En aquel preciso instante la luminiscencia había disminuido considerablemente, quizás debido a la aposentación de una nube en los lindes del terreno, seguido de esto unas cuantas gotas más grandes de lo normal comenzaron a golpear los vidrios con una fuerza algo desmedida, tal hecho causó, inclusive, que aquel percibiera el cambio de luminosidad y levantara la cabeza, observando hacia el cielo nublado, con sus ojos vidriosos.

Después de muchas horas de haber mantenido esa posición decidió levantarse, apoyándose en el marco de madera que encuadraba el pequeño mirador, casi que podría asegurarse que sin ayuda del impulso jamás hubiese podido moverse de ese lugar. Una vez de pie miró brevemente hacia afuera, observando los automóviles pasar del tamaño de carros de juguete en las calles, su apartamento quedaba en una planta bastante alta del edificio. Volvió la cabeza hacia la mesa del comedor, rápidamente, como que si le indignase algo de lo que vio a través cristal, extraño era que no le irritase ver el sinnúmero de diferentes sets de pastillas para tratar todo tipo de problemas: anomalías cardíacas, resfríos, gastritis, pero por sobre todas esas predominaban las de depresión, de todos colores, tamaños y formas, así como distintos nombres bastante complicados.

En la misma mesa se podía apreciar la presencia de dagas, cuchillos de cocina, navajas para rasurarse, puñales… algunos de ellos tiznados de unas cuantas gotas de fluido carmesí, todos desperdigados al otro lado del mueble de madera. No se había decidido por un método conciso, así que colocó todas las armas posibles frente a él para tomar una decisión y eso le había tomado cuatro horas y unas cuantas pruebas que implicaban alguna que otra cortada en los dedos para probar el filo, beber ciertas pastillas combinadas para confirmar los efectos con dosis bajas, pero mayormente gastó su tiempo sentado debajo de la ventana en un letargo causado en parte por los medicamentos mal empleados, así como por la pesadez de la decisión que estaba tratando de tomar.

La ventana era una tentación más, pero no era ese su estilo, el de una persona tan tímida como él, el hecho de tirarse por ahí y quedar dios sabe cómo cuando al fin llegara al pavimento. El escándalo sería tal que ni estando muerto podría soportarlo, así que los métodos tranquilos le atraían más, a menor violencia mayor seducción presentaba el procedimiento. No sabía que pensar sobre el engaño fascinante de la vida definitiva después de la muerte, tampoco sobre los castigos que las religiones romanas le endosaban al suicidio, pero todas esas implicaciones poco le interesaban, no le apetecía seguir viviendo luego de ese momento, era por ello que había llegado a tal extremo, para no continuar con aquella ridiculez. Así que ¿Acaso importaba lo que sucediera después? Si es algo similar es despreciable, si fuese un castigo sería algo problemático, pero improbable después de todo.

Qué desgracia había sido darse cuenta del poco sentido que la existencia poseía aún estando tan joven, recién tenía ese apartamento que ya podía pagar con su salario, sin depender de sus mezquinos padres que con costos lo alimentaban cuando aún era niño y dependía substancialmente de ellos. A pesar de haberse separado ya de sus progenitores, que era lo que había anhelado durante toda su adolescencia (pensamientos que endulzaban su existir como exquisitas golosinas efímeras pero gratificantes), no significaba nada ahora. Lograr su amada meta lo había hecho ver que lo perseguido no era más que un paso más hacia la desesperanza y la monotonía, ahora no tenía nada que lograr, nada que engañara su mente con el pretexto de que al lograrlo sería feliz. Ahora era cuando debía ser feliz y no había nada más lejos de la realidad.

Solía recordar que un gran porcentaje de los casos de suicidio eran llevados a cabo por problemas amorosos o por no lograr cumplir las veneradas metas, sin embargo él ya era profesional y además poseía una pareja desde hace muchísimo tiempo, a la que se podría decir, amaba. Estaba en su punto idílico, en la cúspide de la vida de un joven, pero la inapetencia por su existir predominaba. Sin embargo él mismo estaba consciente de que no se podía llamar alguien que tuviese coraje, porque si así fuese, no hubiese tardado tanto en escoger, tan sólo, una forma para quitarse la vida. Pero en el tiempo que se había encontrado recluído en la habitación, en soledad con sus pensamientos, había llegado ya a una conclusión que era preciso llevar a cabo.

Bordeó la mesa tocando la madera con todos los dedos de su mano izquierda, como saboreando con el tacto la contextura que presentaban los leños trabajados, como despidiéndose de tales sensaciones mundanas. Tomó con la otra mano la daga que había comprobado tener más filo, la que precisamente estaba más manchada de su propia sangre y, armándose de valor y despachando toda la cobardía que albergaba su mente, perforó en la muñeca de su mano contraria con toda la fuerza que pudo sacar de su corazón, de manera vertical y luego con otro movimiento rápido de manera transversal, desgarrando de una manera excesiva y hasta grotesca la piel que recubría sus delicadas venas.

Dejó caer el punzante objeto en el suelo y se agachó en el mismo, colocándose seguidamente en posición fetal y cerrando los ojos con toda la energía que aún retenía, no deseaba ver la sangre ni nada que pudiese atormentarlo en los últimos momentos, no anhelaba tener la mente llena de pensamientos contrariados. Simplemente la decisión estaba hecha y ahora sólo faltaba esperar a que la pérdida de sangre lo hiciera entrar en un sueño tan profundo, un sueño como cualquier otro, pero que finalmente le arrancaría la vida antes del final del día.

A warrior's Day of Birth

The gods watched upon him since the beginning of the days
There he was, resting in the arms of his lovely stepmothers
Who gave no love but instead infused sacred power into his soul
Godly magic flows through his veins, the veins of this demigod.

That glorious and awaited day
When his birth took place on the earth
Every part of the heavens were ablaze
With the power of lightning and thunder

Not knowing what was happening
Common people ran and hid frightened
And started praying to their private gods
The ones who don't exist anymore

And above the Nordic skies watched Thor
Laughing at the weaklings and the useless
Pleased by the presence of his son in those lands
The one who will guide the lost sheep to his doors

Anxious was the god, desiring the blood that one day
His precious son will shed as a sacrifice to his deity
Without knowing that his worshiped and loved Lord
Was nothing more than his father, he was blessed by a god.