
Él ya se encontraba lejos, en un arranque de ira había soltado la mano de su amada, apurando su paso considerablemente, hasta sobrepasar el ángulo de visión de la desconcertada dama. Ella detuvo su caminar por un efímero instante y mantuvo la dirección de su mirada en un solo punto por segundos que parecieron horas, su alma se estaba resquebrajando mientras tanto, aunque por su expresión esto no se pudiese denotar.
¿Por qué lo ha hecho? ¿Cómo lo encontraré ahora? ¿Dónde estoy?... me he perdido. Eran preguntas que perturbaban los pensamientos de la joven, su prometido la había llevado a pasear para conocer esas extravagantes tierras y ahora por la impertinencia de éste la había abandonado en el medio de la nada, solo eran visibles millares de árboles alrededor y unas ruinas de un castillo no tan lejanas. Sin analizar realmente lo que estaba haciendo, comenzó a caminar por entre las acumuladas hojarascas que reposaban en el suelo, de todos colores menos verdes, producían un excesivo ruido en la oscuridad y soledad de aquella tarde. El rumbo era aquel castillo desolado que se observaba a la distancia, imponente y solitario como ella ahora.
Llegó a un costado de la edificación abandonada, observando como plantas trepadoras habían ya carcomido los materiales de las paredes, pero la existencia de ellas las mantenía intactas de igual forma. Un cuervo se posó sobre una columna decorativa que se encontraba al frente y lanzó un desgarrador graznido, como que si se tratase de un indicador de los fatídicos hechos acaecidos en esa tarde, anunciando lo que la joven mantenía y alimentaba en su interior, pero que no era capaz de dejar salir por medio de un grito o cualquier otra acción que resultase liberadora.
Solamente una pequeña y cristalina lágrima recorrió una de las mejillas de la enamorada, empapando luego sus labios ligeramente con una esencia salada, después dio un giro sobre sí misma, percibiendo la totalidad del ambiente. Se sintió tan sola, pensó por unos instantes que iba a morir allí, aunque ese pensamiento no tuviese sentido, ya que era sólo un simple bosque algo alejado… caminar un poco en la dirección correcta la llevaría a un poblado, probablemente. Sin embargo el ambiente no propiciaba los buenos augurios, ella sentía como que irrevocablemente algo estaba mal en ese lugar.
Se sentía observada, específicamente percibía como alguien la miraba desde el castillo, pero eso no tenía sentido para ella así que culpó a su imaginación y nerviosismo, probablemente estaban haciéndole pasar un mal rato adrede. Aún así no podía ignorar las crecientes sensaciones de temor y decidió caminar completamente en la dirección contraria de su rumbo anterior, ya no era una caminata después de unos segundos, era más bien un trote desesperado, una carrera propia. Pero a pesar de que corriese no veía nada más que el mismo escenario, frondosos árboles a la derecha, a la izquierda, atrás y adelante. Ya había avanzado tanto que aunque su amado se devolviese no la encontraría. Había cometido error tras otro y ya no había vuelta atrás.
Se lanzó al suelo, en compañía de las tristes hojas secas y se hizo un ovillo mientras que rompía en llanto, las lágrimas ahora eran muchísimas, que mojaron por completo sus facciones e incluso las hojas que se encontraban sobre la tierra. Estaba anocheciendo y entre sollozos que cambiaban a fuertes llantos eventualmente, la joven fue quedándose dormida ya sin albergar esperanza alguna.
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Luego de escribir este cuento mi camarada Joshua Alexander me respondió con otro relato, que sería la continuación del mío, se los comparto:
Revenge!
Pensamientos adyacentes albergaba su mente, justo durante el alcance de su destino final. Confinados por su voluntad, la irrerevente tempestad de ideas sanguinarias le revolcaban entre las intensas corrientes ideológicas que azotan en su interior. Sus manos desesperadas se refugiaban entre sus cabellos intentando buscar esa serenidad interna, hasta el momento en que una voz le hizo entrar en realidad.
-Hemos llegado.
Sonreía con divinidad la diva a mi lado. No poseía cautela ni temor al verme en ese estado tan deplorante, que incluso, alejaba cualquier presencia de mí ante esa entidad oscura que se albergaba. No podía resistirlo, donde los fatídicos pensamientos se iban volviendo más intensos, carcajadas arrítmicas se hacían presentes.
Fue la siniestra que ejecutó la acción inesperada, donde de su atavío, la capa tomaba girando inesperadamente, ya conquistado y seducido por los pensamientos de la fatalidad. Su ser interno, le influía en aquellos ideales, doctrinas impuras que le hacían un ser distinto a la colectividad.
Al verse en lejanía, a la eternidad serpenvirente del bosque le exclamó:
-¡He aquí el maldito que hará su voluntad, que mi castigo has de sentir y de mi pena conocerás, sólo así podrás conocerme!
Agitado por la intensa huida, su pecho ascendía en la cadencia de su respiración, hasta llegar a un límite que le hizo detenerse. Su vista enfocada en lo alto, simplemente sintió, como el lamento celestial iba consumiendo su calidez corporal e igualmente humedecía sus ropajes, al menos los pocos que poseía.
-Dejadme, malévola sombra de los infiernos ¿Qué no has de ver que ya he caído en lo más bajo del abismo? He pecado y ahora mi conciencia me azota por mis actos.
-Culpable me has de nombrar -Replicó una voz inesperada, tan lúgubre y gutural como se han de imaginar los antiguos, la presencia de Luzbel- pero el de la falta has sido tú, pecador incauto.
-¡Callad! Qué has sido tú el que dominó mi cuerpo haciéndome esto... Uno más de tu especie.
-Ven conmigo, desdichado demonio, que te mostraré los frutos de tu voluntad.
La locura le albergaba, pues en ese momento, tras desaparecida la voz; llamas consumían su cuerpo, pero no cualquier flama, sino de tonalidad intensa en el ambar y dorados matices. Aun así, no sentía la fuerza calórica crearle quemaduras, simplemente le volvió cenizas... Cenizas que resurgían en el escondite de su amada.
-Mirad con atención, débil demonio seducido por la bondad humana. Ella sufre por ti, tú eres el culpable, el pecador, el que será castigo. Yo soy el que tiene disfrute, el que te hace caer.
-¡NO! Calla, deja mi tormento...
-¿Tormento? Si tú mismo has sido quien me ha pedido hacerle sufrir la venganza que deseabas. El conocer de la oscuridad, el comprender de la intensa maldad, el temor al mismo miedo... En este caso, tú.
Volteó por su contorno. Ausencia absoluta, sólo aquella fatigada beldad reposante en la fría y poco acogedora estructura. Tuvo intensos deseos de dar a su encuentro ¿Sería posible? Realmente, la reflexión sólo amargaba más sus sentires, el verle ahí próxima a fallecer, pero en el fondo... Sentía disfrute de aquella situación. Irónico, pues en el fondo sabía que aquella otra voz, era él mismo, dejándose llevar por los bajos instintos que carece la humanidad.
-He de perder lo que tanto amé esta noche, pero, dama de los sentires ajenos... No temas, aunque sea como una sombra de oscuridad que tus pesadillas resguarde, yo seré el que proteja tu bienestar. Seré yo el causante de tus desdichas y de tus alegrías. Sólo yo.
Una vez más la acción a su capa, tan galante como era propio de un demonio, se elevó por los vuelos imaginativos, siendo sólo la caída desde su punto altivo de vista. Ahora sólo la satisfacción de su última huida le permitió interceptarla en la lejanía del bosque.
¡Qué imagen! Los más veloces vendavales le habían guiado hasta ella, ahora derrotada, afligida y extenuada del sufrimiento. Aunque envuelta en su amargura, las lágrimas se hacían un placer poco conocido, una excitación jamás extendida. Donde su encuentro se dio, sólo se dejó declinar por encima de la efigie femenina. Ambos abandonados, uno por su amado y el otro por su razón, sin embargo, compartían ese abandono en compañía del otro.