lunes, 11 de julio de 2011

Waiting

Su mirada se desviaba con constancia al reloj que sostenía ya en su mano, porque el impulso de verificar la hora era en ese momento tan incontrolable que resultaba incómodo acomodar y extraer compulsivamente aquel objeto mecánico del bolsillo. Una vez más la hora de reunión había sido sobrepasada, pero no por unos cuantos minutos, sino por un período que dejaba en duda el hecho de que realmente apareciera en el lugar acordado. Finalmente su paciencia se desbordó y dejó caer el aparato en el bolsillo, donde se revolvió hasta adaptarse a la forma de su más usual recinto y allí posarse cual ser viviente en su lugar de descanso.

Si se mantenía más de pie en ese lugar, solo con sus pensamientos que saltaban de un tópico a otro sin control y sin lograr resoluciones o acuerdos entre las diferentes conexiones, iba a desesperarse en su propia agonía, agobiado por su particular forma de pensar. El aburrimiento y la falta de ocupación son sin duda los peores enemigos, provocan divagaciones indeseadas que recorren los rincones más oscuros y profundos, esos que no se desean visitar y de los cuales jamás se podrá obtener algo que destelle la más mínima alegría o positivismo.

Por eso siempre había intentado entretenerse con la más mínima cosa, mantener atada su mente a alguna actividad por más mecánica que fuera, pero preferiblemente analítica, imaginativa o intelectual, pero nunca reflexiva sin causa. Sin embargo, esperar era lo más aburrido que podía suceder, no había escapatoria viable. No había nada a su alrededor que pudiese brindarle la más ínfima entretención y lo rodeaban únicamente desconocidos que, a su parecer, eran personas superficiales o poco interesantes que por sobre todos los inconvenientes, no conocía.

Su enguantada mano diestra se dirigió al bolsillo que resguardaba el mecanismo indicador de la hora, pero antes de entrar en contacto con la tela recordó que lo había guardado para bien, para evitar su compulsiva actitud que no le beneficiaría. De todas maneras tenía una magnífica percepción del tiempo y aunque no viese la hora sabía que su acompañante de aquel día se había retrasado ya por aproximadamente una hora y media, era muchísimo más de lo aceptable.

Empezó a preguntarse qué le habría sucedido, las razones por las que pudo atrasarse, posibilidades existían muchas pero resultaban ser considerablemente limitadas las variables: tráfico, atrasos para salir de su lugar de habitación, algún encuentro inesperado con alguien que no había visto en años, una eventualidad, un accidente, tantas cosas hermosas o trágicas, pero todas poco convenientes para su persona. Cuando dejó de pensar sobre aquello, la sombra de indecisión y desesperación se aposentó de nuevo sobre él, comenzó a caminar de un lado a otro observando todo a su alrededor, notando detalles de las más insignificantes cosas y personas por el mero hecho de que nada mejor podía hacer, sin embargo analizar porque no queda opción era una de las cosas que su mente consideraba como más denigrantes.

Para ese entonces, las manecillas habían dado muchísimas más vueltas, tantas que finalmente, movido por un impulso inerte, se retiró del lugar para dirigirse a cualquier otro donde no pudiese toparse con su supuesto acompañante de ese día. Cuando iba doblando la esquina apareció su compañero por la otra, llegando al lugar de encuentro un minuto después de la partida del otro, preguntándose porque no se encontraba aquel y con las palabras en la boca que en teoría explicarían la razón de su tan dramático atraso. El acompañante atrasado terminó sintiendo furia al darse cuenta de que el otro no estaba, pensando inexorablemente que ni tan siquiera se había aparecido por el lugar en lo que llevaba del día.

Crisis

La mañana transcurría tranquila, como cualquier otra, últimamente los días resultaban ser tan parecidos entre sí que era difícil ubicar el día de la semana en el que nos encontrábamos. Me mantenía concentrado en el ordenador, tratando de enfocarme en cualquier tarea sencilla y monótona para no dar cabida a los pensamientos deprimentes que asediaban a mi razón. El trabajo de hoy era irónico, precisamente organizaba todos los archivos que tenía en la máquina, para que la búsqueda fuera más sencilla a futuro. “Ordenaba” la información, como que si fuese un ordenador, he ahí la ironía que encontré y que me hizo esbozar una ligera sonrisa que me obligó a detenerme del aburrido quehacer.

Giré un poco la silla a mi izquierda con el impulso de mi propio peso, observando fijamente a mi compañero de trabajo que parecía esclavizado por la tarea aburrida que desempeñaba en esos momentos, tecleaba con una mano y con la otra jugaba distraídamente con un marcador azul. La verdad es que no teníamos mucho en que desempeñarnos en estos tiempos, la crisis había carcomido las más blandas y profundas entrañas de la economía, la gente no tenía interés alguno en contratar a unos tipos como nosotros y pagarles una buena suma de dólares para que empleáramos una ciencia inexacta que no era fructífera en todos los casos. Quizás estaban tan ocupados procurando conseguir algo de comida como para darle importancia a los espectros que les perturbaban.

Como mi amigo ni siquiera se enteró de que lo observé largo tiempo durante mi reflexión, me volví de nuevo a mi computador, revisando la carpeta que contenía archivados todos los casos pasados. En ocasiones es interesante leer las investigaciones de antaño, es como tomar un viejo diario entre las manos y comenzar a ojearlo, lo que nos permite revivir momentos de nuestros días pasados, experimentar de nuevo la emoción de un misterio ya resuelto, específicamente cuando se trataba de releer esos archivos. Pero mi método de escape fue interrumpido por el repentino sonido que emitió el teléfono aposentado en mi mesa de trabajo, una llamada telefónica, hace muchísimo que no escuchaba el ruido que emitía el aparato, me extrañé, me sobresalté y luego atendí con toda naturalidad.

-¿Sí, buenas?- Pude notar el alboroto que causó mi compañero en la mesa contigua, soltó el marcador haciendo que girara por el escritorio de madera hasta caer en el suelo, me miraba con una sonrisa de idiota mientras que yo le dedicaba un ligero gesto de alegría de mi parte, se notaba a leguas que la llamada lo había emocionado sobremanera. La voz al otro lado del auricular era la de una mujer que tenía una dulce tonalidad en sus vocablos, pero a la vez parecía estar muy nerviosa. ”Un caso nuevo” pensé para mis adentros, pero poco me faltó para exclamarlo cuando la femenina voz me indicó que deseaba que la visitáramos, que pagaría lo que necesitáramos con tal de que le ayudáramos con el mal que la acechaba.

-Bien ¿Podría darme su dirección, por favor?- Tomé un trozo de papel cercano y me incliné un poco hasta tomar el marcador que mi compañero había dejado caer, ya que ahora se encontraba muy cerca de mis pies. Anoté la dirección que la joven me dictó y luego se la leí para confirmar que la había apuntado correctamente.

–Ya que vive bastante cerca de donde nos encontramos en estos momentos, es probable que pasemos hoy mismo a visitarla, señorita… Disculpe ¿Cómo es que se llama?- Debajo de la dirección anoté el nombre que la cliente me dijo y luego me despedí agradeciéndole para después llamarla por su nombre.

-Excelente… tenemos trabajo luego de tantos días, pensé que nuestro negocio se estaba aproximando cada vez más a la inminente quiebra- Mencionaba a mi atónito compañero, para luego pasarle el papel en el que estaba toda la información para comenzar con el nuevo caso. No podía dejar de pensar cómo era la joven que nos había llamado, ni con qué clase de problema cargaba, estaba ansioso de proceder con el asunto y se lo comuniqué a mi acompañante, que asintió con un movimiento de su cabeza, apuró su café y se puso de pie junto conmigo.

Apagamos los ordenadores y tomamos los maletines con los utensilios e instrumentos necesarios para la ocasión, estaban ya listos desde hace días, inclusive una capa de polvo había cubierto la piel que los protegía. Una vez hecho esto salimos de la improvisada oficina y la cerramos con llave, bajando las escaleras externas que llevaban al parqueo en el que se encontraba mi auto, solitario con todo el espacio a su alrededor sólo para él, no mucha gente andaba en automóviles últimamente, probablemente debido al precio exorbitante de la gasolina. Suerte la mía de haber comprado el transporte eléctrico aunque me haya costado tanto dinero en aquellos momentos, por lo menos podía trasladarme privadamente y no compartir asientos con gente que comía pollo frito durante el viaje…

El día estaba frío pero sin llegar a lo lluvioso, la espesa neblina era lo prominente en la ciudad, las luces de los pocos autos se veían difuminadas en la niebla. Días así eran mis predilectos, hecho que me motivó aún más a emprender la nueva aventura y los diferentes retos que tal suceso implicaba, dichoso era de sentir realmente amor por mi trabajo.

Masquerade

Dondequiera que mire puedo desvelar la realidad
Una dimensión donde nada es real y nadie sincero
Actores profesionales expertos en ocultar la verdad
Creando finas máscaras propias con tanto esmero.

Algunos seres pútridos fingen estar llenos de bondad
Más los demás no pueden notar su ánimo embustero
Ciertos de corazón puro simulan la más real maldad
Y aquellos que son insignificantes actúan altaneros.

Existen los que se recluyen por temor a la humanidad
Excluidos y protegidos del mundo en su propio encierro
Mostrándose eventualmente por entre el falaz vitral
Que deja entrever solamente lo que se considera bueno.

Pero heme aquí junto con los míos, una hermandad
Expertos maestros en el arte de fachadas despojar
Por más capas que os cubran no nos podrán engañar
Ya que nos fue encomendada la labor del sendero iluminar.


20/10/2009

Para Mistress

Angelus Daemoniăcus

Si iniciamos por las más finas emociones que un humano ha de sentir, me enaltezco de nombrar como bajo vívidos recuerdos soy acreedora de potencialmente los más exquisitos que han de existir en la vida. Como si se tratase de una linterna rotatoria que de mi alma hace emerger a las memorias perfilándoles a mí, recalcaba aspectos de los que me hago orgullosa, ya que, en la vida he conseguido el mayor de éstos y sería el fenómeno de la abstracta atracción.

-Una noche más, un crepúsculo ha de iniciar y otro ya fallecido está. Su presencia, acólito de mis fantasías, magnate de la omnisciencia, pecador sanguinario ¿Dónde está tu presencia cuando más he de necesitarle? Si de una sombra se tratase, le hallaría con facilidad, mas se trata de la lumbre entre la oscuridad. Luz y oscuridad, aquí retratados como opuestos atraídos inevitablemente por coplas populares cuya mención especial es siempre al encuentro de ángeles y demonios... pero ¿Quién es el demonio y quién el ángel? Me ha cautivado bajo esa expresión que simula lo apacible, lo benigno y benévolo, implacable e inmaculada piel, un ser más cercano a lo celeste en su apariencia, pero vil y siniestro cuando puedo observar en su alma. Su mirar siempre dándome ese reflejo de lo que me ha de pertenecer, sus sentimientos, muestran ese vacío de vida y de interés, ya que son fijados sólo a mí, por mí y para mí, el vulgo no se puede hacer acreedor de mi entidad celestial-demoníaca.

Avancé hasta encontrarme de frente al vitral principal de mi alcoba. Pude apreciar con la amplia expectativa de su llegada, teniendo previsto su aparición por lo acordado en la anterior ocasión. Silencio, sólo eso podía manifestarse en la lejanía del horizonte, donde esta atalaya se volvía la mejor posición para comprender y apreciar las maravillas de la naturaleza: cánticos nocturnos por las bestias serviles, la oposición que daba la flora por su quietud, danzas eternas de la cacería y la seducción de la brisa hacia los árboles sacudidos por su intensa sugestión brindada. Lo más digno de resaltar, era el enmarcado y pintoresco firmamento que plasmaba nuestro romance con analogías leves, estrellas que cada una contaba una historia de nuestras noches… Largas noches.

- Veo que has llegado, espero que no hayas podido presenciar mis pensamientos. –Sonreí halagada por la perfecta forma en que acopló su efigie hacia la mía. Se hizo poseedor por la fuerza de mi cintura, más no hubo restricción o muestro de desagrado por sus acciones, totalmente lo contrario, la prosperidad a esa tormenta de pensamientos había llegado, al fin mi caballero celestial y demoníaco me tentaba a recorrer una vez más los placeres de la vida, de lo real y de lo ficticio. Son estos placeres tan banales y simples, que dan la verdadera hegemonía del humano, como con un beso, con una caricia, con un abrazo tan mustio… Se pueden expresar tantas emociones.


Sebastian Michaelis
Happy B-day ~

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Daemonium Caelestis

El resplandor del antiguo candelabro se apoderaba de cada rincón de la estancia, absorbía cada partícula de oscuridad, devorándola o arrinconándola en las esquinas más profundas e imperceptibles del lugar y así, conforme los aposentos se iluminaban, mis pensamientos se esclarecían. Visiones que dibujaban con maestría la silueta de mi más preciada musa me hacían desentrañar los secretos de su alma con tan sólo el recuerdo y la figuración ficticia de su aspecto. Ahora me encontraba en soledad, pero no, no había olvidado la promesa de visitarla, con sólo desearlo la iluminación cesó contra su voluntad y permanecí envuelto en completa oscuridad, más mis pensamientos continuaron intranquilos tras las barreras de mi mente.

Convenientemente la luna estaba en su punto álgido, formando una perfecta esfera luminiscente, astro tan atractivo para nosotros los amantes de la noche, sin embargo si se analizaba profundamente tal afirmación, no era del todo verdadera. Amantes de la noche, cuyo requisito primordial era el de apreciar la claridad entre las sombras, ser cautivados por lo claroscuro, bondad y maldad, pureza y lujuria. Eran esos seres los que se veían atraídos por noches como aquellas, los que vivían en completas tinieblas jamás apreciarían el firmamento tachonado de delicadas estrellas acompañadas con el mayor astro nocturno, sino que huirían de tal escenario.

Sin tomarme la molestia de percatarme del tiempo que había transcurrido desde que dejé mi hogar, me encontré ya en frente de donde se encontraba la propietaria de mi afecto y mi pasión. Observaba el paisaje, abierta a percibir todo lo que fuese necesario con el uso de sus sentidos completos: sentía la brisa colarse por el ventanal, parecía admirar embelesada el firmamento, escuchar atentamente desde el más simple sonido de la naturaleza hasta el profundo murmullo oscilante del planeta, se percataba del universo entero menos de que yo estaba a escasos pasos de ella. Pero a pesar de verse tan cautivada por todo aquello, se le veía también abstraída de la realidad, como que si el disfrute de la hermosa noche fuese sólo un adorno a los pensamientos e imaginaciones que su mente creaba, fue inevitable invadirlos un poco, por más insatisfacción que la facilidad y la falta de análisis de tal hecho significara.

Deseé tenerla entre mis brazos al advertir lo que inundaba su mente, un anhelo de mi presencia, ternura y atracción en iguales partes para conmigo, cientos de pensamientos que me halagaban, ansié expresarle mis sentimientos de la misma manera. Me materialicé frente a ella abrazándola en el acto, la cubrí protectoramente tomándola suavemente de sus más agraciadas curvas femeninas, percibiendo su deliciosa esencia, aquella que me inspiraba cariño y que a la vez despertaba en mí las más ingentes pasiones. Mantuve el abrazo largo tiempo, hasta que este tuvo que ser roto, en ese momento acaricié su mentón y lo elevé ligeramente, hasta que pude tener una vista clara de su rostro y sus ojos iluminados por el brillo lunar.

En ese momento, gracias a la escena que observaba, recordé los pensamientos que albergué junto con la tenue luz de las velas, minutos atrás. Su nívea piel, la inocente expresión que sus rasgos formaban, los sentimientos puros que su corazón alojaba, esos pensamientos nobles que se aposentaban en su mente, todo aquello la hacía la dama más celestial y bella, pero por otra parte, repasando en mi imagen mental su apariencia interior y exterior, pude denotar una vez más algo que ya sabía, existía una especie de maldad y perversidad en sus adentros, en sus miradas, sus expresiones, sus pensamientos y opiniones. Pero esto no era para nada algo contraproducente, más bien eso la hacía perfecta para mí, la dosis de variedad que en ella se personificaba era altamente comparable con la mía propia, sólo que en este caso era a la inversa, lo oscuro era lo más prominente en mi ser, pero retazos de rasgos angélicos se hacían presentes en mi inmortal existencia, por sobre todo en mi apariencia, además de algunas de aquellas debilidades más puras de los humanos.

Tal noción me causo más euforia de la usual, hecho que daría como consecuencia una velada más hermosa que cualquiera de las ya pasadas, todo inició en aquel momento con el beso más tierno y apasionado que pudiese brindarle en mi existir, una combinación algo difícil de lograr pero posible para nosotros dos, propietarios del equilibrio y símbolos del mismo.


Thornevald
Happy Birthday my dear~

Human Friend

Poco después de la medianoche, el arquero de claros y brillantes cabellos se encontraba acuclillado en la orilla del balcón perteneciente a su hogar, una estancia bastante ostentosa para pertenecer a una ciudad élfica. Tales lugares estaban adornados siempre con el más exquisito gusto y una inmensa paz inundaba los corazones de todos aquellos que visitaban esas tierras, la vegetación era sobrecogedora e hilos sueltos de magia convocada con anterioridad flotaban libremente en el aire, como un recordatorio constante de que aquel era el único linaje que aún poseía el manejo de los encantamientos y conjuraciones. Sin embargo la mayoría de las construcciones, salvo las de la realeza, eran considerablemente sencillas.

Cambió su postura, ahora se le podía ver sentado cómodamente, su mirada podía engañosamente hacer pensar que simplemente observaba con mucho deleite el sombreado paisaje que se le presentaba, pero la verdad era que el joven había presenciado tales escenarios desde que había nacido y más que deslumbrarlo, solamente causaban en él un gran sentido de comodidad e identidad. La realidad era que estaba reflexionando sobre diversos tópicos que planteó entre sueños, algunas horas atrás. La conversación con si mismo era bastante productiva, pero la tentación de buscar a su compañero humano para compartir con él sus pensamientos pudo más que la conformidad inicial.

Se impulsó hacia la orilla, cayendo al suelo con destreza y sacudiéndose las ropas un poco después, empleando ambas manos, las cuales se encontraban enguantadas con el más fino cuero, trabajado diestramente y de una tonalidad oscura pero brillante. Al parecer él solía lanzarse así de las alturas, poseía una envidiable agilidad a la cual sacó provecho desde niño, una de sus aficiones era explotar la preeminencia que le había sido concedida. Con presteza se dirigió al lugar donde estaba hospedado su aliado, iba a paso rápido, recibiendo las relajantes corrientes de aire que acariciaban su alba piel y hacían flamear sus áureos cabellos.

Tomó sendas diferentes a las que usaban los habitantes normales para llegar a su destino, caminos que él había descubierto por sí solo, tan seguros y tranquilos como el resto. Siempre había sido un joven algo travieso e impetuoso para pertenecer a la realeza, solía desaparecer por largos períodos de la vista de sus padres, entreteniéndose con la caza o con entrenamientos de cualquier tipo, pero todo eso traía consigo ventajas, ahora sus consanguíneos estaban seguros de que él era un excelente guerrero, aparte de un brillante intelectual innato. En ocasiones partía a ciertas misiones que no le correspondían, simplemente porque se visualizaba como una pieza útil para alcanzar el propósito común, muchas veces acudía a situaciones peligrosas y sus parientes temían por él, pero sabían que no podían impedirle que siguiera su propia voluntad.

Perdido aún entre la malla de pensamientos que absorbían su atención, sin interrumpir el seguimiento de los caminos secretos cuyo recorrido ya resultaba espontáneo para él, cayó en cuenta de que ya estaba al frente del transitorio hogar de su camarada, en el que se apreciaba a través de una única ventana un ligero resplandor de luz verdosa. Siguió el pequeño sendero que serpenteaba hasta alcanzar el porche de la edificación de madera, lo atravesó y luego con los nudillos de su zurda mano dio un par de precisos y uniformes golpes a la puerta, esperando a que alguien en el interior atendiera su llamado…

Hunter

Brillantes esmeraldas se mantenían flotando entre la inmensidad del bosque, se confundían entre todo aquel verdor que emanaba la naturaleza y pasaban completamente desapercibidas por cualquier ser de capacidades y sentidos normales, inclusive era considerablemente difícil para alguien con percepción agudizada, resultaban absolutamente indetectables y camufladas gracias a la tonalidad de su entorno.

Un intruso había entrado al misterioso santuario natural, un lugar donde no era bien recibido, hecho que se podía denotar con tan sólo ver el atavío del forastero, sus ropajes indicaban con toda certeza que pertenecía a la milicia enemiga de aquella región. El aire se perturbó por apenas unas milésimas de segundo, un movimiento en el ambiente tan leve como el más tenue de los céfiros, ni tan siquiera provocó que las corrientes de aire se alteraran irreversiblemente, ya que con rapidez todo estuvo como antes. Sin embargo, aquel portador de luminiscentes fanales ya había preparado una de sus más labradas saetas.

La hermosa punta triangular apuntaba directamente a la cabeza del superior militar, rango que era evidente por la serie de insignias que portaba en las oscuras piezas de su atuendo, la metálica y bien moldeada punta seguía con maestría a su captura dondequiera que caminara o se moviera, con una puntería y naturalidad que hacía parecer sobrehumano a quien la dirigía. El astil de la flecha era más largo de lo usual, así como tres plumas negruzcas y verdosas engalanaban el final de la madera. La faena de cazador y presa se prolongó durante todo el tiempo en el que ese extranjero se dedicó a investigar el contexto del área, al parecer la edad le había otorgado una intuición casi mágica, ya que sentía la presencia del arquero sin tener un signo conciso que le confirmara sus sospechas.

Asaetadores como el que acechaba estaban entrenados para pasar días, si fuese necesario, vigilando un área o escudriñando un objetivo. En ocasiones le había ocurrido, a ese guerrero en particular, que se había encariñado con un joven soldado al que tuvo en mortífera custodia por un lapso particularmente largo de tiempo, sus movimientos y gestos, tan gráciles, joviales y nerviosos de lo que apenas había dejado de ser un niño lo habían cautivado. Se vio obligado a arrancarle la vida en cuanto aquel novato percibió su estadía en el bosque, por culpa de un descuido del arquero, que contemplando la belleza y vitalidad de su antagonista golpeó sin querer las hojas de un arbusto, completamente distraído de la realidad.

Más en este caso la presa no conmovió el corazón del cazador, el cual se veía atraído por la inocencia y la inexperiencia en sus opositores. Más bien le causaba algo de aversión aquellos que lucían diestros, competentes y sabios en el campo de batalla, éstos no causaban el más ínfimo interés a aquel atractivo y habilidoso ser, tan caprichoso y desanimado de aquella cacería como una apenas pequeña criatura que juega con un insecto arrancándole las alas, hasta matarlo.

Tensó el hermoso y letal instrumento a su máxima capacidad, agitando adrede el aire y causando que sus cabellos flamearan sedosos con el viento que recién surgía, hasta que dejó volar libre a la ardiente saeta, que se dirigía afanosa a su encuentro con el blanco asignado. El combatiente miraba de una manera entre extrañada y dolorosa, muy fijamente a los orbes verdes que flotaban en las alturas, entre los árboles, con una sonrisa sutilmente teñida de burla dibujada inmediatamente bajo sus luceros iluminados por la lujuria que le provocaba cazar. Se mantuvo inmóvil hasta el final, lo último que contempló aquel espía de la milicia enemiga fue la esbelta figura del causante de su muerte, que se irguió omnipotente sobre una rama de lo que fue su más fiel escondite, aún con la retorcida y placentera expresión grabada en su rostro.

Así fue como al fin fui capaz de describir el placer que me causaba matar por mi nación y mi estirpe, aunque una vida más fuese sacrificada para ello.

Vicious

Como que si fuese movido meramente por el instinto o el deseo, aquel ente propagador de constante oscuridad se había levantado del diván situado en su lujoso apartamento, colocó la copa contenedora del más glorioso elíxir de la lujuria en una mesa aledaña y emprendió su camino a la salida del recinto. Ya iba ataviado con prendas aptas para la ocasión, siempre lo estaba, ya que bien definido era para él ese modo extravagante pero atrayente de vestirse. Un ligero antojo irrumpió en su mente al observar una bien tallada botella inmediatamente delante de su persona, tomando las llaves con destreza y mientras rodeando el perímetro del contenedor de aquella bebida con la otra mano, dio un trago largo que fue interrumpido justo cuando una sonrisa se hacía presente en su expresión, en ese instante la devolvió a su lugar con un tanto menos de peso. Su rostro se mostraba algo más plácido ahora e inclusive lucía más apuesto.

Abrió la puerta mientras que hacía girar el llavero, haciendo que bailase acompasadamente en su índice, dirigiéndose a su automóvil para encaminarse a su destino, abrió la puerta de éste y se sentó con toda naturalidad en el cómodo asiento del conductor. La diferencia en el tono del ronroneo del motor anunció a su dueño que ya era el momento adecuado para partir. El deportivo de matices oscuros, que lucía entre elegante y siniestro, abordó la carretera con rapidez logrando una sólida aceleración digna y alcanzable únicamente por costosos y lujosos automóviles, de esta manera el joven que conducía llegó a la dirección deseada casi que en tiempo récord, desplegando estilo únicamente con la apariencia del vehículo que utilizaba, sin tomar en cuenta su apariencia que era ocultada por el poralizado de los vidrios.

En esa ocasión había decidido visitar un club distinto al que frecuentaba, su perfecta silueta combinaba a la perfección con el cielo sin estrellas y desprovisto de la luz lunar, siendo las tinieblas quienes reinaban sobre todo lo viviente e inerte en aquel momento. Los ojos claros y penetrantes del demonio que adornaba la nebulosidad de la noche, brillaban en soledad, inigualables y majestuosos, se desviaban caprichosamente gustosos al observar una figura ajena que fuera de su agrado, mientras que se adentraba más entre los cuerpos humanos, los cuales estaban poseídos por una necesidad insaciable de moverse al ritmo de las melodías, una filarmonía que se elevaba por sobre todos los gustos de aquellas personas.

Sus dedos aprisionaron el cerillo que luego dio paso al vicio, con una llama que no gozaba de tanto brillo como aquellos malévolos ojos que se iluminaban con su efímera luz, el humo se esparció a su alrededor, confundiéndose con los aromas y mezclándose con el resto de la niebla que inundaba el lugar, sofocando y embriagando a los que se encontraban inmersos en la magia que producía tan viciado aire. Apenas cuando comenzaba a disfrutar del nuevo placer brindado por su adicción, el regocijo se hizo presente ante su visión con muchísima más fuerza que anteriormente, opacando la satisfacción que le producía todo lo que lo circundaba. Una exquisita efigie femenina se contoneaba ante él, completamente ignorante de la presencia de tan opulento, poderoso y por sobre todo atractivo ente. El llamado que el cuerpo danzante hacía al portador de tan particulares facciones, era superior en demasía al que emitió la botella de licor en la mesa de su diván, con anterioridad.

Con sutileza él se acercó a la fémina, tomando el cigarrillo de sus propios labios y dejándolo caer en el suelo, donde fue apagado por el contacto y el peso de su calzado, después espiró el humo de su interior precisamente en el rostro ajeno, perfumándolo con el aroma de la canela y el chocolate, el símbolo universal del deseo indomable que ardía en su interior se hacía presente ante la joven de perfectas curvas y rostro seráfico. Cual una hipnotizada, ella, embargada por el interés en la que el pérfido ser la había inducido, comenzó a bailar con toda la pasión y la insinuación que le era posible ante él, a lo que el infame ente impuro simplemente sonreía complacido.

Sus filosas uñas se posaron en el delicado y fino cuello femenino, estando de espaldas a ella la apegó a su cuerpo, sus garras se hundían poco a poco en la carne ajena sin llegar a dañarla, deteniéndose únicamente cuando ella dio un profundo grito de entre placer y dolor, que desató una serie de consecuencias agradables para él, como el gusto de saborear los dulces labios virginales de su presa. Él sabía que esa era la primera vez en la que la ingenua joven tenía la osadía de acudir a tan peligroso y palpitante lugar, vaya suerte la de ella, había sido la elegida para alimentarlo a él de todo el deleitante gozo que fuera necesario para satisfacerlo.

Entre apasionados encuentros de sus inquietos labios fueron abandonando el bullicioso lugar, en dirección al auto, rumbo al libidinoso apartamento donde esperaba ansioso el espíritu de la lujuria para poseerlos por completo.

Emerald Eyes

Si pudiera determinar qué es lo que me hace recordarte
De seguro eliminaría aquello que produce tal hecho
Más no es porque me lastime o me impulse a amarte
Sino porque una vez más deseo fijamente estar en tu lecho.

Alguna vez pronuncié en secreto a las hermanas del destino
Que sólo alguien con ojos como los míos me causaría obsesión
Observar eternamente profundos pozos de miel resulta cansino
Pero el reflejo de mis ojos en los tuyos me recuerda a la perfección.

Quizás te preguntes ¿Cuál es la fuente de toda esta pasión?
Pensarás que todo se deriva de ese esmeralda tono que te fue otorgado
Sin embargo, aparte de ello tienes sobre mí un poder de atracción
Tan magnificente e injusto que simplemente debería ser condenado.

Volvimos a la rutina eventualmente, no pudimos seguir juntos
¿Acaso tanta lujuria unida con tan pocos sentimientos es prohibido?
Siempre que evoco tu esencia me pregunto si fueron eventos únicos
O si es tu magia y todos tus amantes caen como yo, a tus pies rendidos.

Dolls

¿Acaso no lográis percibir como mi presencia os afecta?
Comparable con un intrincado vudú de tamaño natural
Como que si se tratase de una arcaica magia oculta
Que logra controlar todo, de lo espiritual a lo más banal.

Sois mis títeres, algunos de ellos poco agraciados, otros hermosos
Aunque los bellos suelen estar más carcomidos en el interior
Los mejores ejemplares son de madera extenuada por los parásitos
Pero agradables a la vista, dignos de ser expuestos en un mostrador.

En ocasiones corto los filamentos que os aprisionan a mi voluntad
Decido dejarles libres, observarlos tan sólo es casi igual de deleitante
Denotar como unos optan por la bondad y otros se inclinan ante la maldad
Ver a algunos volver rogando una vez más por mi ánimo dominante.

Me complacen, me entretienen, hacen interesante el diario vivir
Peino los cabellos de algunos, aniquilo otros a golpes contra los muros
Compro atavíos más finos e hilos de mejor calidad para mis predilectos
A los otros los encierro en un féretro imperecedero para hacerlos sufrir.

Más todos son interesantes… no existe nada más cautivador que la diversidad.

Arrow

Como que si se tratase de una afiliada y acertada flecha lanzada por un arquero experto y milenario, aquella rosa permanecía clavada en el pecho de tan hermosa e inocente joven, desde el instante en el que la flor había surcado los aires hasta llegar al punto de visión de la apenas pequeña dama, lágrimas corrieron apresuradamente por las níveas mejillas de la portadora de aquellos excepcionales cabellos rojizos, del mismo tono y contextura que la causante de su dolor, la rosa. Después del impacto sus propias hebras finas cayeron sobre su pecho, reposando en éste y confundiéndose con los hilillos de sangre que ahora adornaban su antes limpio vestido blanco, líquido carmesí que manaba fluidamente del punto más apegado al cuerpo del verde tallo.

Ahora su corazón se encontraba irreparablemente lastimado, la extinción era inminente considerando el daño que las espinas y el tallo habían causado en la pura carne de su órgano vital, desgarrándolo y haciéndolo sangrar sin control, provocando que la joven fuese perdiendo la noción de su propia existencia, acarreando también el epílogo de su corta vida, un descanso eterno inaceptable… alguien no debería descansar perpetuamente sin ni tan siquiera haberse cansado con anterioridad. La encantadora doncella cayó de rodillas al suelo, con las manos hacia adelante apoyadas en la loza y con el adorno rojizo de su pecho formando nuevas figuras con el pasar de los segundos, semejándose increíblemente a la figura de la planta que paulatinamente iba arrancándole la vida. Una ironía exquisita para el que la observaba a la lejanía, un ser magnificente pero dueño de la más retorcida de las mentes.

Para aquel momento sobrevino algo repentino, la joven llevó una de sus manos hasta el tallo portador de los pétalos color escarlata, hiriendo la perfecta piel de su mano pero ejerciendo la fuerza suficiente como para extraer aquella punzante arma del interior de su pecho. La rosa yacía ahora en el suelo, rodeada de la sangre viva que en ese entonces surgía de la herida, la pérdida de líquido vital era considerablemente mayor que hace unos instantes, pero a pesar de ello era un alivio para la damisela, ya que no sentía el constante perjuicio que anteriormente causaba la saeta intrusa. Sin embargo la hora de su muerte ya era inaplazable, reposó en paz con una sonrisa en su rostro y con sus cabellos confundiéndose una vez más con el afluente rojo que recorría la superficie del suelo.

A pesar de haber logrado lo que ambicionaba, aquel sublime ente que observaba desde la oscuridad, el mismo que había lanzado el venablo mortal, no había quedado satisfecho ante lo acaecido como su planeada venganza. Debido a que la joven había sonreído y de algún modo triunfado al final, aunque yaciera derrotada sobre los adoquines.

Plague

Con una de mis manos la tomé suavemente y sin ejercer el mayor esfuerzo la atraje hacia mí, apoyando sin su consentimiento el rostro de ella contra mi hombro, manipulando ligeramente el movimiento de su cabeza con mi mano libre para así poder recostarla en mi cuerpo sin que ella pudiese quejarse. Luego simplemente solté mis manos por completo de su cuerpo, llevándolas tras mi espalda y entrecruzando los dedos cómodamente, la joven, por su parte, no se movió ni un ápice de la postura que yo le había designado, una sonrisa se dibujó poco a poco en la expresión de su rostro y a su vez un par de lágrimas corrieron seguida una de la otra por la perfecta piel de su virginal rostro.

Aquella expresión, inclusive en tan inocente criatura, era macabra en demasía y a cualquiera le hubiese partido el corazón presenciar tal escena, sin embargo a mí me complacía. Esto era así porque yo estaba tejiendo a mi gusto la enredadera de cuerdas con las cuales controlaba la voluntad de mi forzada acompañante, aquella configuración de emociones tan particular que se presentaba en el hermoso lienzo era algo anormal viese como se viese, la sonrisa de ella demostraba, con cada segundo que se descontaba de su vida, más alegría, más jovialidad. La infinidad de cristalinas gotas que humedecían por completo su piel blanca cual papel jamás usado, manchaban totalmente en oscuridad lo que con anterioridad había sido completamente puro.

Yo mismo no pude soportarlo más y decidí liberarla completamente de mis ataduras, cuando procedí la joven sin separarse de mí cayó de rodillas poco a poco mientras que rasgaba con sus uñas mi capa, causándole apenas un mínimo daño, mientras iba desfalleciendo contra el suelo volvió a ser dueña de sus emociones y su propia voluntad, pero se encontraba tan debilitada y destruida que no pudo hacer más que dejar a su cuerpo caer sin tratar de cambiar su rumbo, sin intentar detener los tristes y transparentes cristales, de hecho éstos habían aumentado considerablemente, alcanzando ya sus tiernas ropas.

¿Se había rendido por su propia decisión o sus murallas mentales habían sido tan invadidas por mis enredaderas que ya no podía defenderse más? Tal cosa no la sabía, pero lo evidente era que ahora ella estaba a mi disposición, inconsciente y completamente vulnerable al lado de su madre tierra, abonando las entrañas de quien le dio la vida alguna vez con sus saladas lágrimas. Deseé estar al lado de la joven víctima de tales infortunios y allí me encontré, acuclillado a un costado de ella secando la húmeda representación de su sufrimiento que destruía su belleza enteramente, después retiré los delicados cabellos que eclipsaban la hermosura de su semblante. Al menos ya ella lucía tal y como la había presenciado en la primera ocasión, radiante, agraciada y lozana, pero no deseaba que ésos fuesen los únicos acontecimientos acaecidos en esa noche, así que decidí probar el alma portadora de aquellos sobrenaturales y atrayentes atributos. Al menos antes de abandonarla por la eternidad.

Y así fue…

Sacrifice

Como que si se tratase de un eclipse nuestros cuerpos se acercaron y nuestros cabellos se entremezclaron, tal hecho recordaba sin duda alguna a la unión del magnánimo sol con la eterna noche desprovista de luna y demás astros luminiscentes. Tal y como aquello se percibía había sido la pasada jornada, un caluroso día y una fría noche de luna nueva, en todas aquellas horas su compañía había adornado el tiempo, haciéndolo mucho más grato e interesante que de costumbre. Ahora las manecillas del reloj que yacía pintado con tinta invisible, en lo profundo de aquel oscuro lago que era el firmamento, indicaban que ya habíamos cambiado de fecha, ya era un poco más tarde que la medianoche… oh mágicas horas, aquellas que van del fin del día a una hora luego de transcurrido tal instante.

El manto nocturno cubría nuestras siluetas y nos proporcionaba vidrios reflectores imaginarios que permitían admirar en conjunto nuestra propia belleza y la ajena, tan diferentes una de la otra pero a pesar de ello tan iguales, al fin y al cabo era algo intangible pero tan notorio, además de que se medía de la misma manera. Pudimos observar por indefinido tiempo nuestro otro rostro en el espejo, así como la otra cara de la Luna, aquella que nunca muestra salvo a seres elegidos por ella. En ambos casos las visiones eran deleitantes y terroríficas, pero estando en compañía uno del otro podíamos soportar tales impactos sin mayor inconveniente. Lo que ese momento tan extraordinario desvelaba para mí era una dote otorgada por la noche, que atesoraría por la eternidad, algo virtualmente irrepetible.

Entrelacé mis dedos con los de mi acompañante, presionando su fría mano con más fuerza de la debida como para demostrar que deseaba más que a mis propios deseos para con su persona, que no se alejase jamás de mí, que no tuviese que desaparecer de mi vista para siempre, como estaba predicho desde el instante en el cual convocamos sin desearlo las fuerzas magnificentes que nos sirvieron en esa velada gustosamente y sin quejas. Pequeños precios a pagar y sacrificios de sangre que deben ser hechos por lo menos en una única ocasión, pensamientos que mi mente albergaba completamente cautivos en sus protecciones mientras que aquella persona tan importante para mí, la primordial de entre todas, era arrastrada al más oscuro abismo y el solemne frío presente comenzaba a carcomer mi ser por completo, una vez más.

Lure

Aún recuerdo aquellas mañanas lluviosas, tan nubladas en las que ni tan siquiera se podía observar el sol en el firmamento, todo era como una gran fuente de luz inidentificable encima de la totalidad de gris. En aquellos momentos me deleitaba escuchando todas las melodías que me recordaban a ti, subía el volumen de mi reproductor a niveles casi insoportables para opacar el ruido que hacía la desagradable música del autobús. Cuando ya llegaba a mi destino me dirigía por los caminos del lugar, por el césped mojado con su característico olor de tierra húmeda bajo mis pies, aún escuchando aquellas melodías que me hacían añorar una conversación contigo.

Aquella fue la primera y única vez que sentí algo similar al enamoramiento a distancia, en mi casa ni tan siquiera tenía conexión a internet, así que tenía que acudir a un café o a la casa de mi padre, que para mi suerte está ubicada en el departamento de la segunda planta, ahí podía reunirme apaciblemente con mi ilusión, con aquella misteriosa y oscura dama que me repetía incesantemente que sentía que se estaba enamorando de mí, utilizaba exactamente este medio para colocar una hermosa imagen con matices góticos y decir en sus comentarios lo mucho que me amaba de una manera abierta… nunca colocaba nombres, yo bien sabía que jugaba con muchos, no podía darse el lujo de cerrar posibilidades.

Si viera de nuevo sus ojos grises aunque fuese por cámara, como hacíamos antaño, contendría la respiración unos segundos, eran impresionantes, la tonalidad de aquellos irises era tan fría como su corazón, quizás no mienten al decir que los ojos son las puertas del alma, con ella como ejemplo es perfectamente aplicable a mi parecer. Decenas de poemas fueron creados en su honor, miles de melodías fueron escuchadas mientras que la presencia de ella se mantenía presente en las imaginaciones, me había obsesionado de una manera un tanto enfermiza, no éramos pareja, oh no, no la éramos… fuimos ‘amantes’ si es que eso es posible por este medio, tuve otros amoríos mientras tanto pero al final cuando me despreciaban o simplemente me aburrían utilizaba a mi dama de ojos claros para ahuyentarlas y ella con gusto las espantaba para mí.

Pero nunca me sentí importante para ella, a pesar de que me decía que viajaría a mi país, que pasearíamos en motocicleta hasta el anochecer y nos refugiaríamos bajo el manto nocturno adornado con luminiscentes estrellas para hacer el amor una y otra vez. Quizás su apasionamiento me fue alejando poco a poco de su presencia, me contaba sus experiencias con sus amantes personales de allá donde vivía, quizás todo eso fue distanciándome poco a poco sin importar cuánto me atraía y sin importar que me dijera que yo era más importante que toda esa gente, bien que no podía quejarme porque yo también tenía mis amores, aventuras de carne y hueso, pero nunca actuaba de esas maneras tan desbocadas y apasionadas con tales personas, ella era simplemente una sensual joven que disfrutaba al máximo de los sentidos que le fueron otorgados… y como me gustaba, tanto, tantísimo.

Sin embargo ahora podría comunicarme con ella y no lo hago, ya no me interesa, todo aquello que sentía hace años fue superado y olvidado de una manera tan repentina que parece sobrenatural, pero a pesar de todo eso siempre supe que me extrañaba porque espiaba de vez en cuando sus blogs y ahí escribía lo mucho que le hacía falta, con ausencia completa de nombres o motes, como siempre… pero yo estaba plenamente seguro de que hablaba de mí.

Evil Rose

Tus palabras son hirientes y frías como la más punzante daga de hielo
Endulzas los oídos de quién gustas con tus frases como cánticos
Recreas en sus mentes perfectas ilusiones que causan felicidad en sus placeres
Eres la dama oscura de la fantasía y del embriagador deseo fingido.

Tu mirada puede mostrar inocencia y la más pura maldad
Todo en conjunto, puedes cambiar tu apariencia en instantes
Puedes mentir más fácilmente que hablar con la verdad
Eres una máquina de odio, venganza y del más intenso amor.

Jurarías ciegamente adorar a todo aquel a quién aprecias un poco
¿Para qué mentirles y luego hacerles sufrir? Te agrada hacerlo
Te excita la idea de despertar instintos y sueños en los demás
Crees que los trozos de sus corazones rotos poco a poco llenarán el tuyo propio.

Más no es así mi hermosa princesa nocturna, te equivocas
Como una plaga te extiendes dentro de cada una de tus víctimas
Te replicas, como que si fueses algo tan dañino como un virus infeccioso
Dañas irreparablemente a todos aquellos que degustaron tus mieles.

Prometes que en mi caso todo es diferente, no puedo creerlo
¿El hecho de que no te ame tan intensamente te atrae acaso?
Quizás yo pueda detenerte, algo tan enfermizo es placentero
A lo mejor alguien similar a ti pueda guiarte sin un abrazo…

Weep

Cuando entré a aquellos aposentos no la vi sentada donde usualmente estaba, en los cómodos sillones aterciopelados que rodean las mesitas de vidrio, sobre una de esas delicadas mesas había una taza de té aún caliente, que emanaba vapor de delicioso aroma. Caminé por la estancia para tratar de descubrir el paradero de la joven, inspeccioné cada una de las habitaciones del lugar pero sin éxito, hasta que pude percibir un sonido a distancia media, una especie de sollozos considerablemente sonoros, reconocí la voz de ella en aquellos tristes ruidos que causaba.

Provenían de una habitación ubicada a mi izquierda y un tanto adelante, me acerqué a la puerta y abrí el perfectamente tallado cerrojo, tenía minúsculas decoraciones con formas de dragones y otros seres que no pude reconocer, empujé la puerta y entré al nuevo escenario que se me presentaba: se trataba de la sala de pinturas, varios bocetos sin terminar se esparcían a lo largo de aquel pequeño cuarto, ubicados encima de gráciles trípodes de madera.

Ella se encontraba sollozando y llorando vivazmente, sentada en mi silla de madera de roble con un lienzo en sus regazos, pinturas y pinceles en sus manos. Dejaba caer sus lágrimas sin cuidado encima de su creación, distorsionando los retazos que había pintado en el lienzo, arruinando por completo lo que estaba pintando, aunque sin ayuda de sus lágrimas tampoco hubiese podido percibir bien que era lo que dibujaba. Veía mucho verde de varias tonalidades y una figura al parecer humana en el medio del ambiente, parecía ser una mujer perdida en un muy espeso bosque, además la joven retratada en el centro tenía una similitud considerable con ella misma.

No había percibido mi presencia, así que me aproveché de ello y caminé con los pasos más ligeros y suaves que jamás hubiese dado, hasta posicionarme atrás de la adornada silla y extender mis brazos hacia adelante, abrazando cálidamente a la joven a la altura de sus hombros, mis rojizos cabellos cayeron sobre los blancos ropajes de ella mojándose con sus saladas y cristalinas lágrimas, aunque tal nimio acontecimiento no fue nada para mí, me estaba impregnando de su sufrimiento aunque fuese de una manera metafórica, me acercaba a ella para comprenderla mejor.

-Dime pequeña ¿Por qué lloráis en tan hermosa tarde?- Sin dejar de abrazarla giré en dirección contraria a las manecillas del reloj hasta llegar casi al frente de ella, pero no del todo, me arrodillé plácidamente un tanto hacia la derecha de la joven, de frente a la ventana. Solté el abrazo que me mantenía apegado a tan hermosa criatura y con mi izquierda retiré el lienzo y arranqué con dulzura los pinceles y pinturas de sus manos, colocándolos a un lado en una mesa de madera. Luego tomé ambas manos de ella y señalé la ventana, estaba cubierta por completo con una cortina, pero sin importar eso la potencia del sol de aquella tarde se filtraba por las telas, llegando la calidez hasta nuestros rostros y la luz hasta nuestras vistas.

Cuando ya no estaban esas maltrechas pinturas en medio de nosotros, la joven sollozó aún con más intensidad y se lanzó a mis brazos, yo la recibí con éstos abiertos y le entregué nuevamente el más dulce abrazo que mi frío ser pudiese brindarle. Me deslicé con suavidad hasta tomar asiento en la silla donde estaba ella con anterioridad, iniciando una serie de pequeñas caricias a su rostro, limpiándole con mis helados dedos las cálidas lágrimas que no cesaban de recorrer sus perfectas mejillas de porcelana.

-Las pequeñas como tú no deberían llorar así, dime ¿Qué es lo que sucede?- la miré con una mirada que denotaba preocupación y una pequeña sonrisa dibujada en mi expresión, para tratar de reconfortarla con un gesto amigable.

-No los quiero ver juntos, me lastima, yo sé que ella le hará daño a él… y yo lo quiero mucho, si tan sólo pudiese advertirle, si lo de ellos no fuera verdad- Se aferró como un pequeño gato a mis ropajes y lloró de nuevo, arruinando todo el trabajo que me había tomado limpiar su hermosa piel, soltó luego una de sus manos y la colocó en el centro de su pecho, como que si algo le causara dolor, una afección muy fuerte que la lastimaba con cada segundo que transcurría.

-Me duele aquí… presiento que estamos bajo el control de una bomba de tiempo y que de un momento a otro algo muy malo ocurrirá y yo, tan inútil como soy, no podré hacer nada al respecto- Yo la miraba atónito, no tenía idea de cómo su mente albergaba tales ideas, pero por la forma en la que expresaba lo que sentía parecía ser algo verídico, como que si esos hechos concretos fuesen realmente a ocurrir, algo más premonitorio que caprichoso. La estreché entre mis brazos una vez más, susurrándole lentamente que durmiese, que todo estaría bien una vez que despertara y poco a poco ella se fue entregando al sueño y sus lágrimas se fueron secando en el lienzo de su rostro.

Esta historia, sin embargo, no continuará hasta que los hechos que la joven advertía ocurran.

Red Moon

Retazos de lejanas memorias difuminadas entre el frío del hielo se presentaban como vívidas fotografías en la mente de tan antiguo descendiente de la sangre oscura, haciéndole recordar a cada instante lo afortunado que era vivir en tan cómoda y elegante casa, dormir en exquisitas camas cubiertas de tela aterciopelada en vez de en el helado ambiente de una cueva congelada, sin compañía de un humano o un inmortal ni tan siquiera indirecta puesto que nunca nadie llegaba a aquella solitaria estancia.

Sin embargo ahora poseía algo a lo que se le podría llamar mansión, puesto que no muchos tienen entre sus dominios un espacio tan amplio y una construcción tan bellamente creada, construida utilizando una variedad de estilos entremezclados: para él no había una belleza absoluta en una época específica, así que la mejor decisión había sido la de contratar al más habilidoso arquitecto que pudiese encontrar y indicarle la mezcla de estilos adecuados para construir su hogar. El resultado había sido cual esperaba y ahora se encontraba en la parte favorita de su casa, la antesala donde tenía su mesa de ajedrez predilecta y una serie de objetos innumerables perfectamente distribuidos a lo largo y amplio de la habitación.

En su mano sostenía un alfil negro, con el cual jugaba distraídamente entre sus dedos, observándole como que si estuviese abstraído de la realidad. Era un efecto muy común que emitía el mencionado juego de ajedrez, ese tablero y esas piezas en particular, ya que las personas que se sentaran allí entraban como en un extraño trance. El pelirrojo inmortal ya estaba bien enterado de esos efectos, porque había sido dueño de ese tablero desde incontables años, sin embargo era como su adicción personal sentarse ahí solo y perderse en las extrañas imaginaciones y recuerdos tergiversados que acudían a su mente como un torrente de particular luz de diversas tonalidades.

Pero hoy era un día verdaderamente especial, al concentrarse una vez más en el ajedrez pudo apreciar un sin fin de eventos caóticos. No había pasado tiempo en esa actividad desde ya hace muchísimos días, porque había estado pendiente de un tópico de investigación por gusto propio y no se había separado de los libros en quién sabe cuánto tiempo. Pero esa mañana las hermosamente talladas piezas habían captado su atención fuertemente, atrayéndolo con una especie de melodía nunca antes escuchada por él, que no pudo determinar si estaba realmente presente o si solo se encontraba atrapada tras las puertas de su mente. Pero desde temprano en ese día había estado sentado en la banca negra, sintiendo lo que cada una de las piezas tenía que contarle.

Dejó el alfil por fin, pareciese que ya éste había dicho todo lo que podía porque las imaginaciones aunque eran diferentes parecían indicar lo mismo, solamente una pieza más faltaba por dictar lo hechos, así que extendió su diestra a la reina. El impacto fue terrible, hace muchísimos siglos que no había sentido tanto dolor, miles de punzadas recorrieron su cuerpo mientras que intentando mantener los ojos abiertos miraba su mano, trataba de soltar la pieza que le estaba afectando de tan potente forma. La pequeña reina de madera no quería separarse así que él simplemente cerró los ojos y percibió todo el dolor a como venía, le recordó muchísimo lo que sintió en el momento de su conversión a la inmortalidad. Las fuertes sensaciones eran muy similares, como que si muriese.

Ya cuando tuvo la necesidad de emitir un grito de dolor pudo observar claramente por un instante, en la inmensa oscuridad de sus ojos cerrados una esfera completamente roja como la más viva sangre, justamente en el medio de su visión y después todo se tiñó del más oscuro negro. Abrió los ojos, pero estaba consciente de que había pasado un tiempo desde que ocurrió todo aquello, vio las piezas del ajedrez desperdigadas por el suelo y la reina al lado de su mano, ya sin ser presa de sus dedos. Se levantó sin sentir molestia alguna y caminó hacia su balcón, uno de ellos estaba construido enfrente de esa misma habitación.

Salió y observó el cielo... la misma esfera de su dolorosa visión, como que si se tratase de una segunda luna, pintada en el firmamento, gloriosa y llena de malos presagios para la existencia de todo aquel que viviese.

Abandoned

Él ya se encontraba lejos, en un arranque de ira había soltado la mano de su amada, apurando su paso considerablemente, hasta sobrepasar el ángulo de visión de la desconcertada dama. Ella detuvo su caminar por un efímero instante y mantuvo la dirección de su mirada en un solo punto por segundos que parecieron horas, su alma se estaba resquebrajando mientras tanto, aunque por su expresión esto no se pudiese denotar.

¿Por qué lo ha hecho? ¿Cómo lo encontraré ahora? ¿Dónde estoy?... me he perdido. Eran preguntas que perturbaban los pensamientos de la joven, su prometido la había llevado a pasear para conocer esas extravagantes tierras y ahora por la impertinencia de éste la había abandonado en el medio de la nada, solo eran visibles millares de árboles alrededor y unas ruinas de un castillo no tan lejanas. Sin analizar realmente lo que estaba haciendo, comenzó a caminar por entre las acumuladas hojarascas que reposaban en el suelo, de todos colores menos verdes, producían un excesivo ruido en la oscuridad y soledad de aquella tarde. El rumbo era aquel castillo desolado que se observaba a la distancia, imponente y solitario como ella ahora.

Llegó a un costado de la edificación abandonada, observando como plantas trepadoras habían ya carcomido los materiales de las paredes, pero la existencia de ellas las mantenía intactas de igual forma. Un cuervo se posó sobre una columna decorativa que se encontraba al frente y lanzó un desgarrador graznido, como que si se tratase de un indicador de los fatídicos hechos acaecidos en esa tarde, anunciando lo que la joven mantenía y alimentaba en su interior, pero que no era capaz de dejar salir por medio de un grito o cualquier otra acción que resultase liberadora.

Solamente una pequeña y cristalina lágrima recorrió una de las mejillas de la enamorada, empapando luego sus labios ligeramente con una esencia salada, después dio un giro sobre sí misma, percibiendo la totalidad del ambiente. Se sintió tan sola, pensó por unos instantes que iba a morir allí, aunque ese pensamiento no tuviese sentido, ya que era sólo un simple bosque algo alejado… caminar un poco en la dirección correcta la llevaría a un poblado, probablemente. Sin embargo el ambiente no propiciaba los buenos augurios, ella sentía como que irrevocablemente algo estaba mal en ese lugar.

Se sentía observada, específicamente percibía como alguien la miraba desde el castillo, pero eso no tenía sentido para ella así que culpó a su imaginación y nerviosismo, probablemente estaban haciéndole pasar un mal rato adrede. Aún así no podía ignorar las crecientes sensaciones de temor y decidió caminar completamente en la dirección contraria de su rumbo anterior, ya no era una caminata después de unos segundos, era más bien un trote desesperado, una carrera propia. Pero a pesar de que corriese no veía nada más que el mismo escenario, frondosos árboles a la derecha, a la izquierda, atrás y adelante. Ya había avanzado tanto que aunque su amado se devolviese no la encontraría. Había cometido error tras otro y ya no había vuelta atrás.

Se lanzó al suelo, en compañía de las tristes hojas secas y se hizo un ovillo mientras que rompía en llanto, las lágrimas ahora eran muchísimas, que mojaron por completo sus facciones e incluso las hojas que se encontraban sobre la tierra. Estaba anocheciendo y entre sollozos que cambiaban a fuertes llantos eventualmente, la joven fue quedándose dormida ya sin albergar esperanza alguna.

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Luego de escribir este cuento mi camarada Joshua Alexander me respondió con otro relato, que sería la continuación del mío, se los comparto:

Revenge!

Pensamientos adyacentes albergaba su mente, justo durante el alcance de su destino final. Confinados por su voluntad, la irrerevente tempestad de ideas sanguinarias le revolcaban entre las intensas corrientes ideológicas que azotan en su interior. Sus manos desesperadas se refugiaban entre sus cabellos intentando buscar esa serenidad interna, hasta el momento en que una voz le hizo entrar en realidad.

-Hemos llegado.

Sonreía con divinidad la diva a mi lado. No poseía cautela ni temor al verme en ese estado tan deplorante, que incluso, alejaba cualquier presencia de mí ante esa entidad oscura que se albergaba. No podía resistirlo, donde los fatídicos pensamientos se iban volviendo más intensos, carcajadas arrítmicas se hacían presentes.

Fue la siniestra que ejecutó la acción inesperada, donde de su atavío, la capa tomaba girando inesperadamente, ya conquistado y seducido por los pensamientos de la fatalidad. Su ser interno, le influía en aquellos ideales, doctrinas impuras que le hacían un ser distinto a la colectividad.

Al verse en lejanía, a la eternidad serpenvirente del bosque le exclamó:

-¡He aquí el maldito que hará su voluntad, que mi castigo has de sentir y de mi pena conocerás, sólo así podrás conocerme!

Agitado por la intensa huida, su pecho ascendía en la cadencia de su respiración, hasta llegar a un límite que le hizo detenerse. Su vista enfocada en lo alto, simplemente sintió, como el lamento celestial iba consumiendo su calidez corporal e igualmente humedecía sus ropajes, al menos los pocos que poseía.

-Dejadme, malévola sombra de los infiernos ¿Qué no has de ver que ya he caído en lo más bajo del abismo? He pecado y ahora mi conciencia me azota por mis actos.
-Culpable me has de nombrar -Replicó una voz inesperada, tan lúgubre y gutural como se han de imaginar los antiguos, la presencia de Luzbel- pero el de la falta has sido tú, pecador incauto.
-¡Callad! Qué has sido tú el que dominó mi cuerpo haciéndome esto... Uno más de tu especie.
-Ven conmigo, desdichado demonio, que te mostraré los frutos de tu voluntad.

La locura le albergaba, pues en ese momento, tras desaparecida la voz; llamas consumían su cuerpo, pero no cualquier flama, sino de tonalidad intensa en el ambar y dorados matices. Aun así, no sentía la fuerza calórica crearle quemaduras, simplemente le volvió cenizas... Cenizas que resurgían en el escondite de su amada.

-Mirad con atención, débil demonio seducido por la bondad humana. Ella sufre por ti, tú eres el culpable, el pecador, el que será castigo. Yo soy el que tiene disfrute, el que te hace caer.
-¡NO! Calla, deja mi tormento...
-¿Tormento? Si tú mismo has sido quien me ha pedido hacerle sufrir la venganza que deseabas. El conocer de la oscuridad, el comprender de la intensa maldad, el temor al mismo miedo... En este caso, tú.

Volteó por su contorno. Ausencia absoluta, sólo aquella fatigada beldad reposante en la fría y poco acogedora estructura. Tuvo intensos deseos de dar a su encuentro ¿Sería posible? Realmente, la reflexión sólo amargaba más sus sentires, el verle ahí próxima a fallecer, pero en el fondo... Sentía disfrute de aquella situación. Irónico, pues en el fondo sabía que aquella otra voz, era él mismo, dejándose llevar por los bajos instintos que carece la humanidad.

-He de perder lo que tanto amé esta noche, pero, dama de los sentires ajenos... No temas, aunque sea como una sombra de oscuridad que tus pesadillas resguarde, yo seré el que proteja tu bienestar. Seré yo el causante de tus desdichas y de tus alegrías. Sólo yo.

Una vez más la acción a su capa, tan galante como era propio de un demonio, se elevó por los vuelos imaginativos, siendo sólo la caída desde su punto altivo de vista. Ahora sólo la satisfacción de su última huida le permitió interceptarla en la lejanía del bosque.

¡Qué imagen! Los más veloces vendavales le habían guiado hasta ella, ahora derrotada, afligida y extenuada del sufrimiento. Aunque envuelta en su amargura, las lágrimas se hacían un placer poco conocido, una excitación jamás extendida. Donde su encuentro se dio, sólo se dejó declinar por encima de la efigie femenina. Ambos abandonados, uno por su amado y el otro por su razón, sin embargo, compartían ese abandono en compañía del otro.

Succubus

En la completa oscuridad que brindaba el manto de la noche, se podía observar claramente a la distancia, a casi un kilometro de donde yo me encontraba, una silueta femenina. En los alrededores del lugar no se podía detectar otra presencia más que la de ella, mujer a la cual pude apenas ver gracias a la planicie del lugar. Yo caminaba en su encuentro sin quererlo, porque sencillamente ese era el camino que había elegido y no lo cambiaría por nadie, al parecer la joven pensaba de igual forma y continuaba caminando al mismo paso y con la misma dirección, o quizás ella no se había aún percatado de mi existencia.

El cuerpo de ella estaba completamente cubierto por la iluminación de la luna, esa noche ejercía tanto poder sobre las criaturas nocturnas, que su luz casi podía ser comparada con la del mismísimo astro rey, al igual que su presencia. Ya para ese entonces mis pasos me habían llevado más allá del poblado y ahora caminaba con prados a mi derecha y una especie de bosque no muy profundo a mi izquierda, algunos animales pululaban por allí, zumbidos de insectos, leves cantares de los plumíferos y eventualmente una especie de aullido de can.

La joven que cada vez estaba más cerca parecía disfrutar de la noche, volteaba constantemente su cabeza hacia los lados y en su expresión se denotaba como prestaba atención a los sonidos, a las visiones y a todo aquello que le daba una especie de magia al momento en particular. Sus cabellos eran más claros que la misma luz que emanan las estrellas, no era un color natural para un simple humano, al detallar más en las facciones de ella pude mirar también sus hermosos ojos carmesí que brillaban bajo el encanto de la oscuridad. Era ya un hecho concreto, la damisela que me acompañaba a la distancia en ese momento no era humana.

Al fin, lo estaba ansiando desde hace mucho tiempo, solo unos cuantos minutos que tardaron en pasar como que si se tratase de una eternidad, la joven estaba justamente al frente mío, se había detenido ante mí y me observaba con sus particulares ojos curiosos, entrecerrados, con una pequeña y coqueta sonrisa en sus labios. Sus curvas de mujer eran paralizantes, más aún con los pocos ropajes que la cubrían, poseía ese tipo de cuerpo que es tan difícil de observar en una joven, era dueña de esas formas tan perfectas que casi solo una vez en la vida pueden ser observadas por ojos mortales, unas muy contadas veces también por ojos inmortales. Rostro atractivo y cuerpo que me invitaba a poseerla, como que si se tratase de una cálida máquina de placer y tortura. Yo no me moví, solo la observaba completamente inmóvil y dejé escapar adrede una sonrisa de mis labios.

Su aterciopelada piel hizo contacto con la mía, primeramente su diestra con mi mano contraria, de esta forma ella me apegó a su deleitante cuerpo y luego soltó mi mano. Al hacer esto tomó mi rostro entre sus palmas y me observó con deseo, como ejerciendo una fuerza sobrenatural sobre mí, solamente con el uso sus rojizos orbes. Se acercó a mis labios permitiéndome apreciar su aroma por unos instantes y luego mientras enredaba sus manos en mis largos cabellos comenzó a besarme como lo haría una amante experta. La forma en la que se unía en un beso, los movimientos de su lengua y el sabor de su boca eran suficientes para hacer que cualquiera cayera a sus pies por una eternidad. Ya para ese entonces el beso era insostenible y yo ya me encontraba en el suelo, con ella encima de mi efigie besándome aún y acariciando toda mi silueta. En medio de una carretera desolada a la mitad de la noche.

En ese momento lo supe, al no ser ella humana y al comportarse de esa forma conmigo, un absoluto desconocido para la dama, no quedaba otra conclusión inteligente aparte de la que yo había pensado: la joven era una súcubos, una perfecta personificación de una atractiva mujer que se alimenta de la energía sexual de sus víctimas, una criatura aún más sensual que un bebedor de sangre… que efectivamente tenía el poder de hechizar a uno, tal y como hacía en ese instante. ¿Fue así como ocurrieron las cosas, o más bien fui yo el que la atrajo más rápidamente a mis garras con sólo mi presencia? No podía responderme a eso, ni siquiera estaba seguro de que la joven supiese que yo no era un humano ordinario y además, el placer que me brindaba en aquel momento no me permitía pensar con claridad.

Después de un tiempo que no pude contar la llevé al bosque, donde continuamos disfrutando de la escasa noche, brindándonos el máximo placer posible como que si fuésemos una pareja de jóvenes humanos que huyen de sus padres como nosotros huíamos de la luz del día. Cuando los primeros rayos de la máxima estrella se presentaron en los cielos, besé a la encantadora mujer una vez más, un beso más profundo y apasionado que todos, el cual encerraba toda la magia que poseía la noche. Desaparecí de su visión y me alejé de allí de inmediato… nunca la hubiese podido matar, era el ser con el que más me había identificado en años.

Quedó allí en medio del pequeño bosque, con los escasos rayos del sol iluminando su confundido rostro…

Wicked

You are like a star that shines upon us all,
Creating a flashing light that reflects in everything you can see.
Deep scarlet eyes full of hatred and passion,
That stares at me like if I was the meaning of adoration.

Your deadly cold gaze obliterates my existence,
Hurting my soul and at the time giving me love.
Making me bleed until I'm almost dying every time,
Using your bright and perfectly carved dagger.

The dagger of war, the weapon of slavery,
Your wicked way to show me that you care for me,
Feeding your soul with my passionate feelings.
Drawing in my skin the darkest beastly mark.

Abandoning me in the middle of nothing,
Until I fell asleep tired of waiting for you to come back,
With my most anxious desires claiming for your presence.
Until I felt the contact of your skin with mine…

Travesura

-¿A dónde vamos?- preguntó con una voz suave y me miró con una mirada completamente contraria a lo que su voz demostraba, aún así se podía detectar inocencia en lo profundo de su expresión.

-Al cementerio, ya se lo había dicho ¿Acaso le da miedo ir en la noche?- negó rotundamente con un movimiento de su rostro, que hizo que su negro cabello se moviera agraciadamente hacia los lados y tapara un poco uno de sus ojos. Luego retiró los cabellos que impedían la completa visibilidad con una de sus manos y una sonrisa interna que apenas yo pude percibir.

Ya habían pasado unas cuatro horas desde que cayó la noche, el momento en el que el ambiente está más oscuro que en cualquier instante del día, aún así se podía detectar fácilmente la presencia de una luna casi llena pintada en el firmamento sin estrellas, ya que las nubes las tapaban. Pero aún así la luna, como que si tuviera tanta presencia como para ser profanada por las nubes, se mantenía imponente.

Mi acompañante me observaba demasiado obsesivamente, al punto en el que pensé que sería mejor que tomara su mano antes de que se tropezara y así lo hice, su mano estaba completamente helada, me agradaba la sensación que transmitía tocar su piel fría. Le sonreí mientras que tomando firmemente su mano me topé con el portón cerrado del cementerio de frente.

-Tendremos que entrar por otra parte- solté su mano y la coloqué en una fría barra de metal que se encontraba un poco más arriba de la pared de cemento que nos impedía entrar, tomando algo de impulso salté hasta subirme encima del adorno metálico. Miré a mí alrededor, más mi acompañante no estaba: resultó ser que ya estaba del otro lado, dentro de los campos del cementerio. ¿Cómo lo hizo? Bueno, no preguntaría. Salté hacia dentro del lugar y me encaminé hacia la otra figura familiar que me esperaba contemplándolo todo a su alrededor con fascinación.

-¿Cómo llegó hasta acá?- rompí mi promesa, no pude evitar sentir una extrema curiosidad.

-Salté- me sonrió con ironía, al fin y al cabo no era necesario cuidarle como lo había estado haciendo toda la jornada, que idiota me sentí. Pero me agrada cuidar de las personas cuando les tengo cariño así que seguiría comportándome estúpidamente igual.

Otra persona en el cementerio, pude percibir su estadía por culpa de una sombra que se generó donde se supone no había nada. Corrí hacia donde estaba mi camarada y le tomé de media manga de su camisa llevándole conmigo hasta llegar a una especie de capilla fúnebre, donde nos escondimos quedándonos sentados incómodamente en el suelo, bastante cerca el uno del otro.

-Debe ser el que cuida del cementerio, fue descuidado pensar que no habrían vivos por estos lugares- ambos nos reímos, procurando no permitir que fueran risas muy sonoras y luego aprovechándome de la situación me acerqué a mi compañía, le tomé con algo de brusquedad de la camisa acercándole más aún y le di un profundo beso entre algo de risas. Era lo que quería desde hace tiempos, un capricho extraño, pero al menos lo llevé a cabo.

Bride

"Os declaro marido y mujer… podéis besar a la novia"

Besar, besar… sí esa era la intención, besarla de una forma eterna, en frente de todos los mortales que prontamente huyeron horrorizados entre gritos y exclamaciones, desde el instante en el que el casto blanco del vestido de ella comenzó a mancharse con el pegajoso y cálido fluido vital.

La mordida fue efectuada con mucha suavidad y precisión experta en su cuello, en el cual se podían observar las dos profundas marcas de colmillos que sangraban cual cascadas brindadoras de muerte. La herida fue hecha pero la sangre no fue consumida, era un suplicio, pero suficiente para realmente hacer el sacrificio requerido para el perdón de tal atrocidad.

Sin duda llevar a alguien al altar y arrancarle la vida merece un castigo eterno de cualquier índole, al igual que dejar verter en el suelo tan exquisito manjar carmesí. Estábamos a mano, el destino y yo, mis días por venir no serían más oscuros de lo que yo mismo desease.

Simplemente la joven merecía morir y para agravar el asunto, deseaba acabar con su vida… no fue más que un favor, crear una escena no era mi estilo, pero al enterarme de los pensamientos de ella me pareció un plan sumamente divertido y lo llevé a cabo. A veces uno debe permitirse ciertos gustos aunque estos conlleven riesgos.

Cuando ya yacía en el suelo completamente bañada en los propios fluidos, aquellos que la mantenían con vida hace algunos instantes, me incliné un poco sobre ella y besé sus labios para luego tomarla delicadamente entre mis brazos y comenzar a caminar fuera del santuario.

Su virginal vestido iba dejando su propio rastro de sangre por donde yo caminase y el rostro de tan hermosa novia caía hacia atrás dejando ver las perfectas heridas en su pálida piel, completamente drenada de color y vida para ese momento. Su cabello ahora estaba teñido como un atardecer: rojo, amarillo… y fluía en el aire mientras que yo llegaba fuera de la capilla.

La dejé caer en el suelo y lamentablemente su cuerpo se deslizó por las gradas, rebotando y haciéndose daño con cada escalón que bajaba por mero impulso. Una lástima, quería que al menos fuera un exquisito cadáver, pero tuve que huir rápidamente de la luz del sol, antes de que cualquier humano pudiese verme.

Roses

Estaba cayendo la noche en el momento en el que viajaba en mi carruaje, cuando pude observar a mi izquierda la más grande y completa floristería del lugar. Toqué con suavidad el hombro del conductor avisándole que se detuviese para poder ir a conseguir unas cuantas plantas, el joven se sobresaltó al sentir mi contacto y oír mi voz, al punto en el que dio un salto de su asiento y después me asintió con una sonrisilla amable y nerviosa.

El carruaje se detuvo lentamente mientras que los caballos relinchaban sonoramente y algunas de las personas de afuera se detuvieron para observar. No es normal ver un carruaje tan imponente e intimidante como el mío todos los días, ni tampoco unos corceles negros tan particulares y poderosos, así que debíamos soportar las miradas.

Ajusté mis oscuras ropas para que me cubriesen por completo y me coloqué los odiosos guantes, que tanto me incomodaban por no permitirme tocar directamente nada de las cosas que quisiese apreciar con mi tacto, pero bueno, debía hacerlo. Luego tomé un sombrero que estaba en el asiento de al lado, creo que ni tan siquiera era mío pero ahí estaba y al imaginar mi imagen con él, sentí que luciría considerablemente elegante.

Abrí la puerta y bajé al tiempo en el que colocaba el sombrero de copa sobre mi lacio y rojizo cabello, sin poder evitar que una sonrisa cruzase mis labios y mi particularmente clara mirada, especialmente en el momento en el que decidí inclinar dicho sombrero hacia un lado. Listo, probablemente conseguiría un considerable descuento, aún así iba a permitir que la dama de la floristería se quedase con el cambio.

Rosas rojas para mi inmortal diosa de la muerte y la belleza, eso era lo que buscaba: mi loca obsesión de adornarla por completo a ella y a todo lo que significase su esencia. Su efímera alegría cuando me veía llegar con los ramos de flores especialmente dedicados y cuando resoplaba los pétalos hasta que éstos, luego de viajar por el aire, llegaban a su rostro acariciando suavemente su piel. El conjunto de pétalos rojos a su alrededor y el hecho de observarla tenderse sobre ellos la tarde o noche completa, acariciándolos y jugando con ellos como que si se tratase del mayor deleite de la existencia.

Decidí comprar no solo las habituales plantas de rojos pétalos ya que sería conveniente también adornar un poco las habitaciones con diversos tipos de flores, así que llevé de todos los tipos y colores aunque fuese tan solo un pequeño ramo de cada uno, o una sola flor. Tuve que tediosamente transportar todo lo comprado de la floristería al carruaje, pero al menos valdría la pena en el momento que llegase a mi destino y pudiese acomodar libremente todos los adornos en el pleno uso de mis capacidades.

Ya era de noche para ese entonces, subí al carruaje y cerré los ojos hasta dejar de sentir el movimiento y el ruido que producían los caballos y el golpeteo de la madera que emitía esos sonoros ruidos con el solo hecho de moverse. Bajé todas las flores una por una, no las coloqué en conjunto de una sola vez en el recibidor sino que las fui acomodando conforme las iba tomando, tratando de que realmente el tipo de flor y el color fuesen acordes al escenario donde las integraba.

Por suerte mi longeva princesa no se hallaba en el lugar y me dio tiempo justo para adornar por completo la amplia mansión. La vi cruzar el gran portón principal y caminar lentamente hacia mi encuentro, mientras tanto sostenía en mi mano el usual ramo de rosas carmesí que se movían en exacto compás con mi cabello por los efectos del viento, mi expresión no denotaba nada más que un mirar profundo a la dueña de mis entretejidos sueños. Mi esperanza era sorprenderla con la decoración y hacerla pasar una memorable velada, como una pequeña muestra de que deseaba que saliera de su depresivo letargo y se entremezclara una vez más con el actual correr constante de los hechos.

Estaba seguro de que no bastaría, pero al menos esos ligeros detalles podrían ayudar lentamente a cumplir mi cometido. Esa era mi esperanza mientras la veía aproximarse… una extraña sensación de nervios y expectación abarcó mi sentir, al menos si no funcionaba nada de mi plan todo el esfuerzo valdría la pena solo por haber revivido ese puñado de humanas sensaciones.

Moonless

Las rosas carmín aún estaban en perfecto estado, aunque estuvieran en un florero con agua que llevaba allí meses sin ser cambiada, seguían resaltando en toda la habitación, aunque ahora apenas se notaban por la total oscuridad que reinaba sobre el lugar. La causa: era noche de luna nueva, así que la luz usual que se colaba por la ventana estaba completamente ausente. Yo me encontraba recostado en un sillón observando las perennes plantas, mientras que trataba de dar con la razón por la que no morían.

Era evidente que en algún momento expirarían, quizás simplemente vivían más que las rosas normales únicamente por el hecho de que su dueño viviera mucho más que una persona normal, también. Un asunto de relaciones, pero en realidad era imposible descifrar del todo ese secreto. Nimio secreto, así que dejé de preguntarme sobre la existencia de tan insignificante cosa, me levanté y me coloqué frente a una elegante mesa con un candelabro inscrito en el medio, cuyas mechas fueron encendidas en fuego al instante, como que si de magia se tratara.

Por alguna extraña razón las velas encendidas siempre me han transmitido una serie de sentimientos, muy difusos y combinados entre todos, pero por lo general me parece que la luz que emite es tranquilizadora, melancólica y por sobre todo llena de elegancia. El exquisitamente adornado candelabro brillaba a un costado del amplio escenario, remplazando la luz de la luna por una mucho más tenue y romántica, más que brillante y misteriosa.

Me deslicé por el suelo hasta llegar al lado de la ventana, la habitación en la que me encontraba se ubicaba en una de las torres del lugar, la que estaba al frente del oeste, el sitio donde el sol socavaba menos en cualquier momento del día. Coloqué ambas manos en el marco de la ventana y la abrí sin despegar las manos de su posición, me asomé por allí para tratar de identificar a quien sospechaba merodeaba por los jardines. Sabía que se encontraría por ahí, por la cualidad oscura de esa noche en particular.

No me equivocaba, vestía sus mejores ropajes como que si se fuera a unir en eterno amor con la noche, bailaba sola además, causando que su negro vestido se moviera como por cuenta propia, eso le hubiera conferido una apariencia bastante desequilibrada si no fuera ella, pero por ser mi pequeña solo se veía como una joven traviesa y divertida. Aunque las rosas eran rojas y ella iba ataviada de negro, la comparación en mis pensamientos daba un resultado perfecto: ella moriría eventualmente como las plantas, aunque envejeciera más lento por el mismo factor mágico y misterioso que las flores.

Detallé más en la silueta de la joven, pude clarificar mi desagradable sospecha de que ella no salía de su torre únicamente para entrar en una nocturna comunión, al lograr observar otra oscura silueta a unos metros de donde ella se encontraba, de frente se miraron con fijeza y comenzaron a caminar lentamente al encuentro del otro. Comprendí que mi protegida salía en ciertas noches para verse con un mortal que emanaba un exquisito aroma y que la deseaba, según pude ver en sus ojos.

Unos posesivos y enfermizos celos se apoderaron por completo de mí, inconscientemente presioné la madera del marco de la ventana, quebrándola a lo largo y produciendo así un apenas perceptible ruido, que ellos escucharon sobresaltándose pero sin poder dar con el lugar de donde se emanó el sonido, mirando a sus alrededores como unos jóvenes e instintivos hijos de la fauna, curiosos y torpes.

Se veían nerviosos y yo no podía contener mi furioso sentimiento, así que dejé escapar de mi garganta el grito más desgarrador que pude producir. El muchacho dejó de mirar a su admiración, se volvió cortantemente y corrió despavorido por entre el portón entreabierto, mientras que mi pequeña se llevó las manos a su cara, cubriéndola por completo de ellas, para comenzar a llorar trágicamente.

Una roja lágrima surcó una de mis mejillas... sin embargo, no pude sentir nada más que la ira disipándose entre mis razonamientos.

Suicidal

Traté de tomar tu mano, lo juro… pero de todas formas era lo que deseabas ¿No? Nadie sube al piso número trece de un edificio de apartamentos y se queda abstraído observando el vacío peligrosamente sentado en el borde entre la nada y el edificio. Te encontrabas a la vista de todos los vecinos curiosos que te miraban desde abajo en las calles, al igual que los conductores de automóviles y los simples transeúntes que por allí caminaban en un momento más interesante de lo que suele ser.

Esa noche yo había aprovechado aquellos momentos justo a la caída del sol para salir de mi apartamento, ya la alacena estaba algo vacía puesto que tú eras demasiado antojadizo y constantemente agarrabas esto o aquello de entre nuestros suministros y te lanzabas a uno de los cómodos sillones aterciopelados negros que están en mi sala principal, para luego encender la televisión, colocar una película de acción o de romance y comenzar a comer burdamente a la vez que te desconectabas del mundo exterior, dejando de percibir el entorno y a mí junto con él.

La noche fatídica salí de compras, sí, aunque yo no supiese a la perfección que alimentos eran buenos y exquisitos, recordaba con detalle las cosas que tomabas con más frecuencia como aperitivos de media tarde y los olores que más alimentaban el aire del lujoso apartamento cuando te disponías a cocinar. Cada vez que regresaba de comprar el menú para ti era más personalizado y para nada carente de fineza, más aún si se comparaba con el de la semana anterior.

Y según lo que decían algunos de tus amigos que nos visitaban eras un excelente cocinero ¿Por qué nunca te dedicaste a trabajar en algún elegante restaurante como chef? Lo sé, mi culpa, si nunca te hubiese rescatado de las pérfidas garras del mundo tendrías trabajo, te esforzarías cada día para conseguir un lugar decente donde vivir con la meta de conseguir un departamento como el mío y probablemente aún conservarías tu vida, y no estuvieses desperdigado por la calle del frente del edificio en el cual vivías junto a mí.

Te regañé con constancia, diciéndote que hicieras algo aparte de estar escribiendo estupideces en tus cuadernos, lo peor es que no eran tonterías ni mucho menos… tus escritos eran realmente cautivadores, muy realistas y poco fantasiosos, en algunos casos me causaban punzadas de dolor y en otras pocas ocasiones chispazos de alegría que luego desaparecían entre mis pensamientos que tendían a la profundidad disconforme y melancólica.

Algunas veces me obedecías y salías de la protección de mis recintos con tus conocidos, se dirigían a discos y bares donde colocaban música de mal gusto salvo en contadas circunstancias e iniciaban aquellas danzas, que parecían rituales de cortejo sin importar la distinción del sexo, actos más dignos de animales que de mortales con inteligencia. Pero bueno, cuando me aburría excesivamente te seguía a escondidas y lograba observar todas esas aberraciones de la sociedad… no, los tiempos no cambian ya que en todo momento el mundo había sido así, pero era simplemente diferente, la tecnología no debió nacer para ayudar a crear esos impactantemente horrorosos acordes musicales.

A pesar de eso algunas veces les acompañaba por mi propia voluntad y me quedaba sentado o recostado a una pared, con los brazos cruzados, aspirando el aroma de los humanos que al bailar despedían una esencia deleitante, del más puro rastro del carmesí líquido vital que corría por sus venas. Yo procuraba no expresar el placer que ese ambiente le causaba a mis sentidos, así que solo me mantenía con mi verde mirar en algún punto, de seguro lucía algo ceñudo con mis cejas y el largo cabello rojo que enmarcaban mi rostro, las personas me miraban con descaro más no era de extrañarse porque a decir verdad siempre he lucido algo extravagante. Para cualquier época en la que haya decidido mostrarme frente a la gente como uno más de ellos.

Y así pasó tu vida frente a… mis ojos, cuando te vi arriba del edificio tiré las bolsas de compras en el espacio de césped entre ambas vías de la autopista y me moví a velocidades indetectables hasta llegar a tu lado en la cumbre de aquella construcción de cemento, coloqué mi mano en uno de tus hombros mientras que te miré sonriendo, tú te volteaste y sonreíste también mientras que decías algo como “Es mi decisión, no me salves” y seguidamente te dejaste caer por tu propio peso hacia donde no debía ser, el vacío, extendí mi mano y traté de tomar la tuya pero la contrajiste contra tu propio pecho en la caída y yo simplemente observé impotente. No planeaba hacer una escena.

Traté de tomar tu mano, lo juro… pero de todas formas era lo que deseabas.